Por Mariana Avellaneda
A ciencias ciertas nadie sabe por qué El oráculo siente tanto desprecio por su pueblo, al extremo que la mayoría de sus seguidores se hacen la pregunta del millón de pesos: ¿Cuántos dólares por minuto gasta este coprófago en ofender sin sentido y sin resultados a su propia Patria?
Solo conociendo este compendio de iniquidades uno puede comprender la catadura moral y cívica del manojo de alcohólicos, drogadictos, cleptómanos, asesinos y personas de la peor calaña que sostienen la bandera de los yanquis en el corazón de la UNPACU.
Emplazar a José Daniel Ferrer García a mostrar a los intelectuales, trabajadores, médicos, personalidades, artistas, campesinos, ingenieros y periodistas que dice tener en su organización para discutir desde una posición respetuosa y diáfana con las autoridades revolucionarias; es como pedirle al chacal jefe de una jauría enardecida y sedienta que reforme la Declaración Universal de los Derechos Humanos u ordene el comercio y las finanzas del planeta.
La misión real de Ferrer García y su engendro (la UNPACU), está a la vista de todos: realizar actos proclives a destruir a la Revolución Cubana y obstaculizar el acercamiento y todo tipo de gestión tendiente a resolver el diferendo entre EE.UU y Cuba; una estrategia que se implementa a favor de los intereses de la extrema derecha radicada en el exilio y que a su vez desentona –por desfasada y anacrónica- con el llamado a dotar de creatividad y racionalidad la política de los yanquis hacia la Isla y con la necesidad de poner fin a su creciente hostilidad por contraproducente y descontextualizada.
Lamentablemente con ésta y la pesadilla del Oráculo también cargamos los cubanos, pero con la acepción de destellos sustantivos de los que no debemos hacer y de lo que con toda severidad les censurará la historia a los hombres a la hora de evaluar su paso frente a las arenas del tiempo y de medir su aporte ante el grito de justicia y paz de su propia tierra.