
En esas desclasificaciones se comprueba como Nixon y la premier israelí Golda Meir (1969-1974), nacida en Ucrania, trazaron en silencio el 26 de septiembre de 1969, una estrategia para el desarrollo nuclear de Israel, pero bajo la condición de que ésta no se hiciera pública.
La Federación de Científicos Estadounidenses (FAS), especuló en el año 2006 sobre las capacidades del estado hebreo, y la tenencia de unas 200 cabezas nucleares, convirtiéndose en una de las seis potencias nucleares del planeta.
Uno de esos informes desclasificados, confeccionados cuatro meses después de las conversaciones del presidente estadounidense y la señora Meir, permiten conocer las opiniones que tuvo en esa época Rodger P. Davies, director de la Oficina del Departamento de Estado para Oriente Próximo, donde aseguró:
“Sabemos que Israel va camino de desplegar un sistema de misiles tierra-tierra con una autonomía de 400 kilómetros con capacidad nuclear; tenemos pruebas circunstanciales de que Israel se ha hecho de material fusionable y contamos con informes no verificados de que ha comenzado a fabricar sus armas nucleares”.
El documento refleja la puesta en marcha de un plan de acción de Estados Unidos para convencer al estado israelí de que firmara el Tratado de No Proliferación Nuclear y aceptara la inspección de suplanta nuclear en Dimona.
En esa planta nuclear altamente protegida, fue donde en 1958 se iniciaron las primeras investigaciones nucleares de Israel y todo el proceso tecnológico para la fabricación de una bomba atómica.
La documentación desclasificada corrobora que Itzak Rabin, embajador israelí en Estados Unidos en los años 60 y más tarde primer ministro de Israel, sostuvo reuniones sistemáticas con oficiales de la administración Nixon, pudiéndose leer consideraciones de la parte norteamericana en las que se afirma: “…se ha dejado claro, de manera explícita e implícita, que Israel quiere armas nucleares por dos motivos: primero, para disuadir a los árabes y segundo, en el caso que le falle su estrategia de contingencia e Israel estuviera a punto de verse derrotado, destruir a los árabes en un Armagedón nuclear”.
Como ya es costumbre, los documentos reflejan las contradicciones entre el Departamento de Estado, el de Defensa, la CIA, la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA) y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA).
La CIA y el Departamento de Estado estaban menos recelosos sobre el desarrollo del programa nuclear de Israel, al considerar que las pruebas que deseaban ejecutar eran circunstanciales. Sin embargo, el Departamento de Defensa y la Agencia de Seguridad Nacional fueron más precisos; para ellos Israel ya contaba con una bomba atómica, o estaba a punto de fabricarla.
Posterior a la presencia de Golda Meir en Washington, los asesores del presidente Nixon evaluaron la repercusión internacional que podría tener el programa nuclear de Israel, llegando a la conclusión “si se hacía público, era de esperar que estimularía a los países árabes a la fabricación o compra de sus propias armas nucleares mediante científicos europeos, en los próximos 10 años”.
Uno de los memorando dados a conocer afirma:
“Hay que tener en cuenta que en la psiquis de los árabes está enraizado el concepto de que solo es posible negociar con Israel en igualdad de condiciones”
“Estados Unidos considera al mundo árabe como una fuerza irracional, pues la lógica de la destrucción nuclear mutua asegurada durante años que ha equilibrado las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética, podría no funcionar en el caso del Oriente Próximo, porque no podemos descartar la posibilidad de que algún líder árabe esté dispuesto a canjear un número enorme de bajas entre sus filas, a cambio de provocarle a Israel un daño irreparable”.
Para tener una idea exacta del compromiso de Estados Unidos con Israel y el tratamiento dispensado, hay que analizar el memorando donde afirman:
“No podemos obligar a los israelíes a destruir sus componentes y datos de diseño, pero ni mucho menos podemos obligarles a que destruyan su capacidad de improvisación”.
Concepto diametralmente opuesto a lo que desde hace varios años llevan a cabo contra la República Islámica de Irán, país que no ha atacado jamás a ningún vecino como si lo hace Israel.
Israel se ha opuesto a la fabricación de plantas termonucleares en cualquier país del medio oriente y su aliado incondicional Estados Unidos los apoya.
Un vivo ejemplo de esto fue la acción ejecutada por órdenes del primer ministro Menahem Begin, el 7 de junio de 1981, cuando aviones de guerra israelitas de fabricación norteamericana, bombardearon la planta nuclear iraquí, situada en Tuwaitha, a las afueras de Bagdad.
Una acción semejante la ejecutaron contra la planta nuclear que estaba en plena construcción en Siria.
En ninguno de esos dos hechos el Consejo de Seguridad de Naciones Unidos impuso sanciones a Israel, no se le bloqueó financiera ni económicamente, Estados Unidos continuó entregándole armas y financiamiento. La entonces Comisión de Derechos Humanos de la ONU no le impuso un relator especial ni se le obligó a dejarse inspeccionar por los organismos internacionales encargados de la energía nuclear.
Si alguno de estos países hubiese llevado a cabo algo similar contra Israel, que nadie dude que la respuesta que darían los sionistas con el apoyo total de Estados Unidos y la OTAN, fuera una guerra casi mundial.
Todavía hay quienes le exigen a Cuba que respete los derechos humanos, cuando ejemplos como estos jamás se han llevado a cabo por la mayor de las Antillas, pero su gran pecado ha sido defender su libertad y soberanía a cualquier precio.