Crónica de una parodia anunciada (4) #Cuba #DDHH #DDHHCuba

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Por Por René González  Sehwerert -Soy un espía, dicen-

6 de diciembre de 2000.

Coincidencias que tiene la vida. La selección del jurado comenzó el día del fusilamiento de los estudiantes de medicina. El juicio oral comienza el 6 de diciembre, cumpleaños del niño Elián González.

La sesión comienza a las 8:50 abordando el problema pendiente de los dos jurados. Juanito Millado, el filipino, tiene a su madre gravemente enferma. Se le libera de servir como jurado.
Sigue el señor Eugene Yagle, que recibirá un tratamiento médico el próximo día y estará listo el próximo lunes. Se le pasa de primer alterno a jurado fijo -ausente nuestro entusiasmo, pues su hija es del FBI- y se decide tomar descanso jueves y viernes.

Queda pendiente la obsesión de la fiscalía con el afroamericano Louis Harrel, y el abogado Paul Mc’Kenna ofrece la pipa de la paz a los fiscales: Como sólo fue excluido un jurado y no dos, como se anticipaba, podemos operar con tres alternos en lugar de cuatro. Los fiscales acceden aliviados y el señor Harrel se libra de figurar en esta historia. Se toma juramento al jurado:
Gil Page
David Bucker
Diana Barnes
Sonia Portalatin
Omaira García
Elthea Peeples
Wilfred Loperena
Richard Campbell
Migdalia Cento
Sergio Hernán
Deborah Vernon
Eugene Yagle

Jurados alternos:
Miguel Torroba
Marjorie Hahn
Beverly Holland.

Comienzan los argumentos iniciales a las 9:40 am del día 6 de diciembre de 2000, con el fiscal David Buckner. Escribo en mi diario:

“Mr. Buckner es coherente y maneja bien la comunicación con el jurado. Comienza por referirse a las falsas identidades de Many, Medina y Campa, para luego identificarnos a Guerrero y a mí. Muestra un diagrama de la Red Avispa con todos sus integrantes, y menciona algunas características del trabajo, como la compartimentación. Después habla de los innumerables documentos conseguidos por el FBI -los mismos que han estado manipulando por dos años para impedirnos su buen uso durante el juicio-, señalando que mostraban nuestras intenciones, “escritas por ellos mismos”. Se extiende algo en el tema de las comunicaciones, para luego entrar en el asunto de Guerrero y la Base Naval de Boca Chica, exagerando en todo lo posible las actividades de éste y glorificando al FBI por “evitar a tiempo que pudiera obtener información secreta”. Se refiere a Hermanos al Rescate y a Democracia como al asilo de caridad de la Madre Teresa de Calcuta, para luego señalar nuestras siniestras intenciones hacia ellos, a partir de la infiltración de Roque y un servidor, y lanzarnos al rostro la mentira de que queríamos infiltrar al FBI. Después entra en el tema de los vuelos de Hermanos al Rescate, de quienes, según él, Cuba “¡sospechaba!” que tiraba volantes en la isla. Aquí liga aceite con vinagre para convencer al jurado de que Many había conspirado para derribar los aviones, utilizando la misma maniobra de relacionar actividades inconexas, con la que armaron el cargo contra él. Finalmente se refiere al acta de acusación, y demanda que se nos encuentre culpables de cada uno de los cargos.

No hizo un mal trabajo. Creo que dejó cierta impresión en la sala, escogió cuidadosamente unas pocas falsedades, que supo intercalar con habilidad para recalcar un punto o dejar una impresión determinada, evitando así que luego lo abofetearan por uso excesivo de ficción. Al terminar, a las 10:45, la sala quedó silenciosa, y nos retiramos a un pequeño receso, supongo que con todos los ojos puestos sobre los “macabros espías”.

De regreso a la sala a las 11:10 comienza su argumento Paul McKenna, en representación de Gerardo Hernández. Comienza el abogado:

-“El 24 de febrero de 1996 -el día del derribo-, justo después que el avión de José Basulto y otros dos de Hermanos al Rescate habían despegado del aeropuerto de Opalocka, la torre de control se dirigió a Basulto y le deseó: “Tenga un vuelo seguro”. La respuesta de Basulto fue: “Lo necesitaremos”. La pregunta es por qué un piloto con treinta años de experiencia, una licencia profesional y miles de horas en el cielo, necesitaba suerte en ese día. La respuesta sin duda es: porque no era una misión rutinaria de rescate de balseros. Era un vuelo deliberadamente dirigido a provocar al gobierno de Cuba, para una confrontación.”

Y de esa manera Paul McKenna inaugura el juicio contra José Basulto.

Tras identificar a Gerardo y admitir su misión bajo la dirección del gobierno cubano, Paul ataca la falsa noción sembrada por la fiscalía de que para el momento del derribo Hermanos al Rescate se dedicaba a buscar balseros, describiendo sus violaciones y el estado de tensión en que habían sumido a los gobiernos de Cuba y de los Estados Unidos. Repasa el tema de la actividades de terrorismo contra Cuba que se realizan desde Miami y toca en la disparidad militar entre ambos países y en el absurdo de que Cuba pueda o tenga intenciones de ejecutar algún acto militar contra el vecino del norte.

Abundando en la biografía de Basulto primero como agente de la CIA y luego como terrorista independiente hace una panorámica de la evolución de Hermanos al Rescate, desde sus inicios dedicados a buscar balseros hasta su cambio de propósitos tras la firma de los acuerdos migratorios, que puso fin al éxodo de cubanos en balsas. A continuación se repasan las continuas violaciones del espacio aéreo cubano, toca el tema de las múltiples quejas y avisos del gobierno de la isla y de los repetidos llamados hechos a la organización por las propias autoridades norteamericanas.

El abogado hace referencia a la falta de respuesta de Washington ante las violaciones legales de la hermandad, para abordar luego el ambiente creado por ellos en relación a la reunión de Concilio Cubano en La Habana. Sigue una breve descripción de los acontecimientos vinculados al derribo y termina con un llamado al jurado para que no haga de Gerardo un chivo expiatorio.

Paul habló con sinceridad y aprovechó el poco espacio para hacer una relación bastante completa de los hechos. Dejó claro que este juicio sentaría en el banquillo de los acusados a José Basulto. Inyectó a la sesión un soplo de verdad que no le vino mal; en oposición al salpicado de falsedades de Buckner.

Al mediodía tomó la palabra Bill Norris en representación de Luis Medina. Una vez que se presenta a sí mismo lo hace con su cliente, y a la mención del nombre de Ramón Labañino se arma un zafarrancho en el ala de los fiscales y agentes del FBI.

La intervención del abogado está dirigida primariamente a pedir paciencia al jurado. Exhorta a esperar a que ambas partes presenten sus pruebas para decidir sobre la culpabilidad o no de los acusados.
Norris ataca el mal uso que la fiscalía ha hecho del verbo “espiar”, confundiéndolo con el delito de espionaje, para el que se requiere que exista un interés del acusado por conseguir una información que haya sido previamente clasificada por el gobierno. Se repasan las fuentes accesibles al público de que se han valido los acusados, y se aborda someramente el asunto del terrorismo contra Cuba, recalcando que de la información obtenida por nosotros alguna se ha compartido con el FBI.

Fue una buena intervención. Breve y precisa. Necesaria la aclaración acerca del uso del verbo “espiar” para confundir al jurado en relación a la comisión del delito de “espionaje”.

A las 12:25 interviene Joaquín Méndez a nombre de Rubén Campa. Tras identificar a su representado como Fernando González -provocando nuevamente un revuelo en el ala de los fiscales y agentes del FBI- el abogado se concentra en las actividades de terrorismo contra Cuba organizadas desde Miami, y cuyo monitoreo por nosotros aparece en la evidencia. Ofrece un listado de las organizaciones terroristas bajo nuestra vigilancia -provocando una estampida de Many García, abogado de la Fundación, a la mención de esta- y las vincula a las operaciones específicas en que buscábamos datos sobre sus respectivos planes violentos. Sigue una breve cronología de las bombas en los hoteles cubanos acompañada de algunas fotografías y breves referencias a la evidencia que se expondrá luego para conectar estos eventos con nuestras misiones.

En treinta y cinco minutos Joaquín puso sobre la mesa el tema del terrorismo contra Cuba y nuestros esfuerzos por evitarlo. Fue una exposición muy buena. Sigue Jack Blumenfield, en representación de Antonio Guerrero.

Jack evitó las redundancias y aunque fue incisivo hizo un esfuerzo para presentar la cara humana de Tony. Abordó las características del trabajo de este en la base de Boca Chica para explicar que nunca tuvo responsabilidades que implicaran el contacto con información clasificada, y que tampoco buscó tener esas responsabilidades, utilizando sólo información pública y visual para mantener informada a Cuba de la posibilidad de una agresión al país. Con firmeza llamó por su nombre a las pocas mentiras que el fiscal había dejado caer sobre las actividades de Guerrero. “Tony es un patriota en su país, y en cuanto a nosotros, nunca quiso hacernos daño”. Concluyó para terminar el día, que en mi diario se resume así:

“No siempre es fácil analizar un hecho del que se es protagonista, sobre todo cuando se trata de un enfrentamiento tan fuerte, en el que uno está de un lado y los clásicos “malos” del otro. Creo haber sido lo más objetivo posible en mis observaciones y no peco de parcialidad si digo que nuestros abogados desbordaron a los acusadores…

…Y si digo con júbilo que la balanza se inclinó hacia nuestro favor, no es para disminuir a la otra parte, que creo que hizo un buen trabajo desde su posición, sino porque la solidez de nuestros alegatos se basa en que asumimos de frente la verdad, en que sabemos que no hemos hecho daño a nadie aquí y en lo justa que es la causa que defendemos.

Los cinco salimos de la sala satisfechos, mejor dicho felices, pues se escucharon algunas verdades que nadie hubiera soñado oír en Miami.

Esa noche, cuando hablé por teléfono con [mi hermano]Roberto, me dio una versión arquitectónica: “Hermano, después de lo que se dijo en esa sala, ya me daba lo mismo que el edificio me cayera encima”.

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