Por Ernesto Olivera @Ernestoporcuba*
Cuando en febrero de 1901 Mister William Mc.Kinley firmó la propuesta a él llevada por el senador Orville Platt, comenzaba a tomar cuerpo uno de los engendros más diabólicos de la política exterior norteamericana: La Enmienda Platt.
La enmienda de Mr. Platt era las llaves de la República, la cadena con la que tenían atada a la Madre Patria, con la que el Tío Sam se aseguraba sus posesiones y las de sus sobrinos predilectos en la Isla. Si es cierto que muchos cubanos dignos, como Manuel Sanguily votaron a favor de su implantación, fue solo por la amenaza de la persistencia de la ocupación militar norteña del país si no la aceptaban. Así fue que el 2 de marzo nace el demoníaco homúnculo que el alquimista Platt estaba gestando, que quedaría totalmente aprobado el 12 de junio de ese mismo año.
/Aunque no vivió más de 35 años, sus efectos se quedaron latentes como si se tratase de un poltergeist, que persiste en molestar a los vivos, y regresa una y otra vez al lugar en el cual nació, que ningún exorcismo ni rociadas de agua vendita consiguen hacer que desista de su empeño.
Ya son 114 los años que nos separan de aquel humillante día en que vio la luz la más famosas de las hijas de Platt, y aunque la triunfante Revolución de enero de 1959 como un Perseo formado por millares, decapitó a la Gorgona que desangraba al sufrido pueblo cubano, y le devolvió su condición de humanos, la Enmienda Platt persiste. Su nuevo cuerpo está en Caimanera, como una venganza porque ejercimos el más sacro de los derechos: el de la independencia; la Base Naval de Guantánamo, la única sobreviviente de sus homólogas, que debían fortalecer el dominio militar de los Estados Unidos en el Caribe y el sur de América, está ahí, contra la voluntad de los cubanos, creyéndose legalizada por un tratado de arrendamiento que hace ya más de media centuria el pueblo desaprueba y condena. Un monstruo que devoró la vida de Ramón López Peña, que envenenó el alma de cubanos que a ella fueron cuando la Crisis de los Balseros en el año `94, que sirvió de centro de brutales torturas sobre inocentes acusados de terrorismo, de un terrorismo que sus propios creadores usan de estandarte para someter a otros. Ahí está, pero estamos seguros que su tiempo se agota, que algún día desaparecerá completamente y se irá al olvido, como el macabro ente que le dio ser.
*Colaborador de Cuba por Siempre