Por Félix Edmundo Díaz @feddefe*
El título lo tomo prestado, sin permiso de Amaury Pérez, de la serie de programas (ahora en su season 2), de la que él es guionista, conductor, etc., y espero que ello no se use de argumento para demandarme por violar los derechos de autor; si, al final, ello resultase en una litis estoy convencido que no será solo por el encabezado de estas ideas, sino por el mensaje contenido en ellas.
A fuer de ser sincero, reconozco la calidad de la obra de Amaury Pérez, las buenas letras y melodías de sus canciones, aunque nunca haya sido de mi preferencia, otro tanto para Carlos Varela, su primer invitado en esta “segunda vuelta”, también de buenas letras y melodías, tampoco de mi preferencia y, aclaro, que ello no significa que no guste de escucharlos, sino que prefiero a otros, por ejemplo a Silvio.
En “su” programa, el de Amaury Pérez, se aprecia un ambiente acogedor, distendido, que da confianza (como buen entrevistador) al entrevistado y, quizá por ello, logra que estos expongan sus ideas, proyectos y resentimientos, por sobre todas las cosas, sus resentimientos, esos que se reiteran, remachan y esputan en frases diversas, que los protagonistas, en su complicidad, creen jocosas u originales (mi amor con la TV fue así o asado y otras idioteces por el estilo).
Debo decir que ni estoy desfasado de época ni reniego de mis años mozos vividos con las mismas limitaciones de las mayorías, léase fiestas calzando botas rusas, a “media luz”, bailando Deep Purple, Grand Funk and…, Lep Zeppelin, Dona Summer (especialmente aquella versión larguísima de Fever y contando…), cogiendo una 4 o una 10 a la hora de la confronta para después caminar hasta la casa, todo ello tras horas de bailar o comer catibías, también recuerdo a mi madre cambiando el arroz por leche condensada (libra/lata) como si ello fuese un pecado, también recuerdo la solidaridad con el vecino (no hablo del chisme porque siempre hemos sido un poco chismosos y los que no, también nos hemos entretenido con el de turno), recuerdo la rabia por el golpe de Estado en Chile, el dolor por el crimen de Barbados, las misiones internacionalistas (un tanto para Amaury que las mencionó y ya), el éxodo por el Mariel, tras los incidentes en la embajada de Perú y los mítines de repudio, pero de hijos gritándoles a los padres traidores o viceversa, reconozco no haber vivido ese episodio, ¿cuántos fueron? Uno, cinco, diez… una gaviota no hace verano, y el que gritó o lanzó un huevo lo hizo por decisión propia, lo demás es el resultado de no escribir la Historia.
Llevo algunos años hablando de la necesidad de escribir, en letras, la Historia que nuestros abuelos y padres forjaron con sangre y sudor, pero que esa Historia sea, al menos narrada, por sus protagonistas y no por actores secundarios que tratarán de asumir, ya de héroes o víctimas, los roles que nunca jugaron.
Sobre la reescritura de la Historia (otro tanto para Amaury que dijo: la Historia no se puede reescribir, y ya) hay experiencias desastrosas, hoy se escuchan “maestros” o “profes” que hablan que Carlos Manuel de Céspedes se alzó en La Demajagua porque estaba en quiebra, parece que no recuerdan o saben o han investigado o leído que el Padre de la Patria ejercía la abogacía y de ahí provenía su principal fuente de sustento, o de si un mártir le hizo un feo a este otro, como si tales eventos “narrados con fatuidad” fueran la esencia de la vida de estos hombres.
Todos los que lucharon por nuestra independencia desde el soldado hasta el general, los que cayeron en combate o los que no, son iguales de grandes y debiéramos rendirles el tributo que merecen, porque fueron los que marcaron el camino que, año tras año, generación tras generación, siguieron otros que, también a golpe de sangre y sudor, nos dieron lo que hoy tenemos o sea lo que teníamos que tener y un poco más.
A esos que hoy se erigen en especialistas les recuerdo que es mejor mantener la boca cerrada y parecer un estúpido, que abrirla y disipar la duda…, cuando deseen hablar de Historia, por favor citen a Don Eusebio, cuyas sapiencia y oratoria dignifican a todos los cubanos.
No les pido que citen a Fidel, Raúl, Chávez o el Che, déjennoslos a los que, simples cubanos, nos sentimos con el derecho y amor sobrados para hacerlo.
Una última idea, por ahora (con el permiso concedido por el Comandante Chávez), ni una sola letra de lo escrito pretende ocultar o minimizar los errores que, en la construcción y defensa de la Revolución, hemos cometido, no niego la necesidad de analizarlos ni la posibilidad de que cometamos otros, solo que no debiéramos reincidir en los mismos y el camino de ello no transita por la ironía ni el sarcasmo… tengámoslo en cuenta.
*Editor de La Mala Palabra.