Por Marcos Torres*
He decidido comenzar un ciclo de artículos bajo el título “Lo que no olvidamos” relacionados a los monopolios comerciales y financieros en Cuba antes del triunfo revolucionario teniendo en cuenta las opiniones de algunos que suelen “vivir del cuento”, pero no del popular y conocido humorista cubano Luis Silva en su encarnación del personaje costumbrista y burlesco Pánfilo, sino del cuento de la triquiñuela y la desidia apátrida que los caracteriza, y que ahora les ha dado por manifestar en ciertos tonos no tan elocuentes, que la actualización del modelo económico cubano y las relaciones entre Cuba y los EEUU.
Aquellos, en sus renovadas engañifas (y por supuesto orientadas desde el más allá de 90 millas), persisten en manifestar que el modelo socialista no sirve, que no funciona, que hay que cambiarlo por otro más “democrático” o más “justo” económicamente, y hay quiénes hasta hablan de “modelos socialdemócratas” al estilo noruego o de algunos países de Europa, donde el “libre mercado” (el mismo que puso a Grecia y España en una posición incómoda, sexualmente hablando) prime en las relaciones entre los hombres, obviando en toda su magnitud la historia y la idiosincrasia de un pueblo mambí por excelencia.
Por esa razón me dispongo a informar más que nada, sobre los monopolios norteamericanos que penetraron y hacían gala de su hegemonía en nuestro país dictando a diestra y siniestra, los designios de nuestra economía, sociedad y política, en pos de los intereses del “gigante de las siete leguas”.
Hoy le corresponde el turno a la industria jabonera, de detergentes y perfumería, para comenzar desde mis modestos esfuerzos y empleando las armas de mi trinchera, a abrirle paulatinamente los ojos y las mentes a los que, escépticos, desconfían de la actualización de nuestro modelo económico tildándolo de corrupto, y centran sus “esperanzas” en las relaciones con los gringos, esperanzas que de hecho no son económicas sino esencialmente políticas.
La producción y el comercio del jabón fue dominada, en la Cuba de finales del siglo XIX y principios del XX hasta la década del 30 por dos empresas (y familias) de nacionalidad “cubana”: Sabatés y Crusellas (entrecomillado por la ascendencia española de estas empresas) quiénes llevaron la producción en ese tiempo a niveles industriales y fomentaron un mercado en nuestro país con materia prima importada directamente de los EEUU, haciéndose la competencia en el mercado.
Las características que primaron en las empresas fue la denominada “empresa de clan familiar” donde los hijos, sobrinos, esposas, cuñados y algunos amigos devenían en socios y directivos de las empresas en un inicio comanditarias, y posteriormente sociedades anónimas a partir de los aciertos y desaciertos comerciales de los mismos hasta principios de la década del 30 del pasado siglo, donde los tentáculos de la economía norteamericana, luego de sobrevivir a la crisis del 29 y bajo “boom” económico posterior a esta, dos empresas norteamericanas, la Colgate – Palmolive y la Procter & Gamble, que dominaban el mercado de jabonería, cosméticos y artículos de limpieza en los EEUU decidieron iniciar sus actividades en Cuba e irrumpir en la economía nacional.
Ambas empresas aprovecharon el descalabro económico que trajeron consigo los tratados firmados con el gobierno norteamericano para la economía cubana, donde ya a partir de 1925, la situación era de inminente quiebra para los propietarios familiares de las empresas Sabatés y Crusellas, a los que no les quedó más remedio que pactar tratos realmente deshonrosos para su pecunio e historia en el ramo.
Primera en pactar fue la empresa Crusellas y Cía. con Colgate Palmolive Peet Co. en 1929 cediendo la primera todas las propiedades a su par, quiénes en poco tiempo se adueñarían no sólo de la producción jabonera de la empresa, sino además de la empresa nacional de Perfumería, perteneciente a esta familia, mediante argucias y triquiñuelas legales que violaban un principio orientador del derecho: la buena fé.
Inmediatamente Colgate Palmolive Peet Co. se da a la tarea de solventar a la naciente empresa de jabonería y perfumería, situación que pone a Sabatés en una situación más difícil en medio de la crisis, quién al ver la inyección de capital extranjero en su competidos tradicional en el ambiente nacional e impedido ya de competir por sus propios medios contra el monopolio norteamericano, decide pactar un ominoso trato con Procter & Gamble, quién adquiriera en su totalidad, las acciones de la nueva empresa que a la sazón se llamó Sabatés S.A.
Con el nacimiento de los detergentes sintéticos, nació en Cuba entonces una nueva forma en la competencia entre estos colosos de la jabonería, y se comenzaron a fabricar en Cuba por ambas empresas los siguientes detergentes: “Ace”, “Dreft” y “Lavasol” (por la Procter & Gamble); “Fab” y “Vel” (de Colgate-Palmolive. ¡Ahora entiendo porqué los viejos en Cuba le dicen “fá” al detergente! ¡Lo que son las cosas!).
Pero… ehh… bueno… Uds saben que llegó el Comandante y… literalmente… mandó a parar.
No obstante Procter y Colgate ya tenían planes para dejar al frente del negocio a sus consabidos lacayos nacionales que como fantasmas en la isla del monopolio yanquee.
Hoy la familia Crusellas tiene radicado en Miami su empresa Crusellas y Compañía, http://www.crusellasandcompany.com/about.html y de Sabatés, bueno de esa no se sabe mucho. Sólo se habla en la red de cierto personaje adinerado nombrado Félix Sabatés que al parecer está emparentado con las personas que arriba se describen.
Por cierto estos rabian (todavía) y sangran por la herida (más todavía) por haber sido (dicen que) “despojados” de sus propiedades (propiedades que ya no eran de ellos como se ha demostrado anteriormente) convirtiéndose en afanosos activistas de la oxiurera miamense. Lógico. Dícense “prominentes activistas del exilio” cuando no pasan de ser tontos en busca de lo que el pueblo tomó por derecho en 1959.
* @Marcostropero editor del blog Las Torres de Marcos