Por Israel Valdés Rodríguez*
Hace ya 139 años, las fuerzas mambisas al mando del mayor general Vicente García González tomaban por asalto la población fortificada de Las Tunas.
Las Tunas es un territorio donde predominan las llanuras, solo cuenta con pequeñas elevaciones, pero por su ubicación estratégica se le ha denominado el Balcón del Oriente y considerada la llave entre ésta región y Camagüey. Durante la Guerra de los Diez Años, este territorio, fue objeto de confrontación tenaz entre el Ejército Español y las tropas mambisas, ya que mantener esta posición, significaba dominar las vías de comunicación y aprovisionamiento logístico de toda la región donde se desarrollaba la guerra, fundamentalmente Oriente y Camagüey.
Gran parte del aseguramiento logístico de las tropas españolas acantonadas en esta región, entraba por los puertos y embarcaderos de Las Tunas, además, las vías de acceso o caminos que conducían a Oriente, ya sea a Santiago de Cuba, Bayamo, Holguín, etc., o de éstos a Occidente, pasaban por Las Tunas. Por esta razón los españoles, organizaron y construyeron cuarteles, tambores y fortines con fosos y alambradas, creando un eficiente sistema defensivo, siendo considerada una fortaleza inexpugnable.
El 13 de octubre de 1868 se produce el alzamiento de Vicente García y al frente de unos 200 hombres, pero con escaso armamento (dos rifles, dos carabinas, un trabuco, 25 escopetas, algunos revólveres y machetes) entran en la ciudad de Las Tunas, llegando a ocupar la Plaza de Armas, manteniendo el asedio a la ciudad durante tres días, teniendo que retirarse producto de la superioridad en hombres y armas de los españoles, los cuales ofrecieron una fuerte resistencia en el interior de la iglesia la que estaba fortificada.
El segundo ataque de tropas mambisas a Las Tunas, se produjo el 16 de agosto de 1869. Este asalto lo dirigió el Mayor General Manuel Quesada, con 1200 hombres y una pieza de artillería. La ciudad estaba defendida por 600 soldados y 250 voluntarios españoles. La oportuna llegada de refuerzo español, consistente en 250 hombres, atacó a los mambises por la retaguardia, por lo que tuvieron que retirarse con un total de 31 bajas, entre ellos, 7 muertos y 24 heridos. A partir de entonces, los españoles denominaron esta ciudad como «Victoria de las Tunas».
La idea de tomar su ciudad natal, fue algo que se mantuvo perenne en la mente del patricio tunero Vicente García, pues consideraba esta acción como un problema de honor militar. Para ello, fue creando las bases necesarias a través del reclutamiento y captación de hombres y mujeres, dentro y en los alrededores de la ciudad y organizó un sistema de Inteligencia Militar que le permitió obtener información suficiente para elaborar un meticuloso plan para el asalto y toma de Las Tunas, pero en esta ocasión con la seguridad absoluta de no fracasar y propinarle a los españoles una contundente derrota militar.
Este hecho militar llevado a cabo el 23 de septiembre de 1876, ha sido un tema abordado por la historiografía militar cubana, siendo catalogada como una de las batallas más famosas de la Guerra de los Diez Años que elevó el prestigio y el honor del Ejército Libertador, pues se le asestó un rudo golpe militar a la Metrópoli española, ya que la fortaleza militar de Las Tunas estaba considerada como una de las más infranqueables de la Isla de Cuba.
Es cierto, que Vicente García poseía cualidades extraordinarias como jefe militar, pues se caracterizó por ser un calculador meticuloso de cada una de las acciones combativas que desarrollaba, razón por la cual obtuvo infinidad de éxitos en sus enfrentamientos contra el Ejército Español, pero la causa principal se debió a que dirigió y realizó una eficiente actividad de inteligencia, es decir, cada acción militar estaba precedida de la obtención de información sobre el enemigo, que le permitía planificar y proyectar con certeza sus futuros combates.
Dos héroes anónimos, Arístides y Aristipo, fueron los combatientes clandestinos que le proporcionaron a Vicente García la suficiente y detallada información que le permitió diseñar el plan para asaltar y tomar dicha ciudad sin disparar un tiro. En ellos radicó la clave del éxito.
La información aportada por Arístides fue de una importancia vital y la misma iba acompañada de un plano, con una descripción suficientemente detallada de toda la estructura militar de la fortaleza, sus puntos débiles y factibles para el acceso, así como número de efectivos, cantidad y tipo de armamento, la disposición de las postas., etc.
Los mambises permanecieron en la ciudad de Las Tunas hasta el día 26 y antes de abandonarla Vicente García decidió incendiarla antes de que cayera nuevamente en manos de los españoles, comenzando por su propia vivienda. De esa savia bebemos los actuales revolucionarios cubanos.
¿Quiénes fueron los combatientes clandestinos de Vicente García?
Charles Philibert Peissot, el agente Aristipo.
El prestigioso historiador de Las Tunas, Víctor Manuel Marrero, ha revelado los siguientes datos sobre el internacionalista francés: “Charles Philibert Peissot vino a Cuba al producirse un desembarco de un grupo de comuneros (43 franceses) por el Puerto de Nuevitas y de ahí fueron conducidos al Guamo en la jurisdicción de Bayamo, donde existía un campamento español. Allí se les informó que serían incorporados al Ejército Peninsular para luchar en contra de los cubanos y que si desertaban serían fusilados. Les dijeron además que si se presentaban a los insurrectos cubanos, estos también los pasarían por las armas.
En el referido campamento del Guamo les fue entregado el atuendo militar español, fusil, cananas de balas, ropas y otros menesteres. Sus nombres fueron sustituidos por otros hispanos y se les diseminó en diferentes batallones.
Peissot fue como soldado a México en 1862, bajo las órdenes de Maximiliano Robespire. Allí permaneció hasta 1867, en que por orden de Napoleón III fue retirado el grueso del ejército intervencionista francés del suelo mexicano y al darse cuenta de la injusticia y la pobreza de los trabajadores de todo el mundo, se vinculó en las luchas que en su país había desarrollado la Comuna de París, siendo en ella una personalidad de cierta importancia”.
Ya establecido en Las Tunas, Peissot conoce a una joven nombrada Iria Mayo Martinell, hija del cubano Joaquín Mayo con la francesa Victoria Martinell, con la cual contrae matrimonio.
Posterior a la toma de Las Tunas, Peissot pasó a ser un combatiente más del glorioso Ejército Libertador.
El 11 de junio de 1877, fue asaltado por una guerrilla enemiga, la ranchería que ocupaban los cubanos en Ojo de Agua, en el municipio de Jobabo, siendo hecha prisionera Iria Mayo (esposa de Peisso) y su pequeño hijo Leòn Filiberto, de dos meses y unos dìas de nacido. El niño fue entregado a la negra Inés Nàpoles, esclava que habìa sido de la familia Nàpoles Fajardo (El Cucalambè) quien estaba recién parida, la cual cuidó y amamantó al niño.
Iria fue obligada a caminar hasta Bayamo, y por su débil estado de salud (recién parida) no le respondieron las fuerzas, negándose a obedecer las órdenes de sus captores, siendo macheteada en medio del camino.
El 7 de julio de 1877, Peissot sostuvo un combate frente a una gruesa columna española, siendo herido mortalmente por una bala enemiga. Su cadáver cayó en poder de los españoles, siendo identificado y procediendo estos con saña, picaron su cuerpo en pedazos y lo esparcieron por la Plaza de Armas. Al caer, ostentaba los grados de Capitán del Ejército Libertador.
Joaquín Romero, el agente Arístides.
Joaquín Romero era un boticario bayamés, que trabajaba en la Plaza de Armas de Las Tunas. Después de la acción del asalto y toma de esta importante localidad, se unió a las tropas mambisas de Vicente García y se fue a la manigua como un combatiente más, a partir de este entonces había dejado de ser el agente Arístides. Romero fue ascendido al grado de teniente y designado a la atención de las comunicaciones teniendo en cuenta su experiencia anterior en esta actividad. Esto es una muestra fehaciente de la confianza que le profesaban sus superiores.
Gracias a la actividad clandestina y revolucionaria de Arístides y Aristípo, las tropas cubanas lograron apoderarse de esta localidad, que constituía un importante nudo en el sistema de comunicaciones del ejército colonial.
* (San Antonio de los Baños, 1952) profesor e historiador, miembro del secretariado permanente de la Unión de Historiadores de Cuba.
Muy emocionante historia, que involucra a mis ascendientes.