Por Marcos Torres. / Las Torres de Marcos
Desde horas tempranas de la mañana de hoy los municipios de Centro Habana y Habana Vieja de nuestra capital han estado inmersos en un acontecimiento que no deja de ser interesante y al que dedicaré solo unas breves líneas para dejar clara mi postura al respecto y la de otros muchos que también comparten este criterio y con los que he tenido la oportunidad de conversar en los días recientes.
Me refiero a las filmaciones de la próxima entrega de la saga de “Rápido y furioso”, la cual se está realizando en estos municipios causando gran expectación entre los pobladores habaneros sorprendidos de ver drones y helicópteros en plena ciudad con motivo de las actividades propias de Hollywood.
Las variopintas manifestaciones al respecto abarcan una gran espectro de posiciones, y personalmente estoy dentro de los que aplauden que este tipo de actividades se hagan, bajo la égida de que esto contribuye a derrotar en el propio EEUU la idea de que Cuba es “enemigo y amenaza”, pero también creo en lo que no se ve a simple vista, o que a veces si se ve pero no llega a comprenderse en su esencia y pasa como algo inadvertido, es realmente la esencia de las cosas. Por eso los concienzudos no podemos “quedarnos atrás” en el análisis de nuestra actualidad, y menos cuando esto involucra el futuro ideológico de nuestra nación soberana.
Hay que decir que la producción de “Rápido y Furioso” no “escoje” a nuestra Isla por casualidad ni porque “oportunamente” exista una nueva etapa en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Personalmente creo que forma parte del sagrado y mesiánico “dictado” de la política exterior norteamericana que no deja resquicio a la duda.
El simbolismo está presente en todo lo que hacen y magistralmente se han basado en estudios de mercado aplicados al pueblo cubano joven, y se fundamenta de la siguiente forma: los actores de “Rápido y furioso” de las últimas entregas se han convertido (por amor al arte) en espías y salvadores que luchan contra dictaduras y tiranías en todo el mundo, y “casualmente” ahora filman en Cuba.
Sólo faltaría que en los escasos 15 minutos de parafernalia fílmica que se van a rodar en La Habana, los directores y productores de la película condenen a nuestra nación al chiste malintencionado y a la falsedad.
Ese sería entonces un buen momento para esgrimir las palabras del apóstol en “Vindicación de Cuba”.