La pregunta pudiera impresionar sencilla de responder y, ciertamente, muchos la contestarían con una afirmación que llevaría en sí más de anhelos y deseos acrecentados que de certidumbre sobre el estado real del paciente, léase mundo.
Que hace 71 años fue derrotada la maquinaria bélica de Alemania, Italia y Japón es un hecho que, contrario a la ‘nueva historia’, debemos agradecer, en primer lugar, al heroísmo del pueblo soviético.
Todo lo demás, entiéndase “Rescatando al soldado Ryan”, “Walkiria”, La guarida del lobo”, “Enigma”, el “Zorro del desierto” y otros, es parte del ‘empeño’ imperial por dibujar la historia a ‘su imagen y semejanza’ o dicho de otra forma: contarla como hubieran querido que hubiese sucedido.
Es este deseo de regalarnos una historia ‘edulcorada’, sin evaluar las verdaderas causas del surgimiento del fascismo, lo que ha condicionado la ignorancia sobre la gravedad del estado de enfermedad de nuestro mundo; un análisis sencillo, que no simplista, revelaría lo que algunos saben y pocos dicen: el mundo está enfermo.
En el orden natural, se hacen frecuentes los cataclismos, terremotos, sequías, inundaciones, olas de frío o calor, más el regateo con la capa de ozono.
En el orden social, las guerras de rapiña y las fraticidas, los asaltos imperiales, los asesinatos selectivos, los desahucios, el hambre y las enfermedades hacen la otra parte.
Pero todo ello es solo el reflejo de la sintomatología del enfermo, cuyo peor mal es conservar dentro de sí el germen del fascismo, sencillamente porque, en el orden genético, el imperialismo tiene predisposición natural a enfermar de fascismo.
Muestra de lo anterior es el auge que vienen tomando en el mundo los grupos supremacistas, blancos por sus letras y negros por sus ideas, hasta el extremo de invadir los discursos que escupen en las arengas los candidatos a la Presidencia de EE.UU.
La otra señal es más clara todavía, la sensibilidad de honestos artistas nos ha regalado filmes como “The hunter games”, “In time” y “Block 13” que nos revelan hasta donde nos puede arrastrar la ambición del hombre, exacerbada por los ‘valores’ que naturalmente inculca el sistema capitalista.
¿Qué diferencia al Dr. Joseph Menguele y sus abominables experimentos en los campos de concentración del sr. Allen Dulles, ex director CIA, y su plan MK – Ultra todavía hoy en ejecución?
Respuesta: Nada.
De antemano me disculpo por cuanto de grotesco y barbárico resulte la lectura de las siguientes líneas:
Extracción de uñas y dientes, descargas eléctricas, particularmente en los genitales, introducción de una varilla metálica por el orificio del glande y calentamiento del extremo externo, introducción de roedores por la vagina, privación del sueño, sometimiento a cambios bruscos de temperatura, violación grupal, etc., etc., ‘exquisiteces’ todas antecedidas de una soberana golpiza, cuyo único objetivo es el de quebrar voluntades.
Ese fue el fascismo alemán, el mismo de las dictaduras latinoamericanas y que hoy se revive en nombre de la ‘sacrosanta’ guerra contra el terrorismo.
El fascismo no ha sido erradicado como herramienta externa del imperialismo; como recurso de ‘ultima hora’ se mantiene ‘guardado’ por ‘lotes’ diseminados en el mundo en espera de la señal que indique el momento de la barbarie, esa que llevaría a algunos a degustar sus más bajos instintos en la aniquilación de millones de seres humanos.
Por eso, a todos los que creen en un mundo mejor posible, les alerto que ese mundo en que vivimos, en su fragilidad, no está inmunizado contra el fascismo y cualquier acción en este sentido será en extremo efímera e ineficaz si no logramos perpetuar en la memoria de los pueblos los horrores vividos y el valor de los que lo enfrentaron y derrotaron.
¡Gloria al pueblo soviético!
Y, en las palabras de Julius Fučik, grito:
Hombres: os he amado. ¡Estad alerta!
*Editor de La Mala Palabra.
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