Siempre, no sé por qué razón, cuando nos referimos a la sarta de mentiras que perenemente dicen algunas personas a través de los medios, nos viene a la mente el personaje infantil de Pinocho, el niño de madera que al decir falsedades le crecía la nariz. Luego, esta primera impresión, digamos, algo infantil, pasa de inmediato y entonces cuestionamos en cómo estos embusteros logran sobrevivir con su mentira.
Mentiras que denotan, de hecho, un carácter demagógico en su expresar, cuando ellos mismos son impotentes ante la verdad, siendo su única realidad, el precio que han puesto a sus mentiras.
Y mentira es mentira, dígase donde se diga y sin importar quién la diga; pues hablamos, fundamentalmente, de un gran problema de principios, o mejor dicho, de falta de principios. Por eso a estos personeros del imperio, por cierto, muy bien pagados, además de crecerles la nariz, cada día se hacen más impopulares y se vuelven cada día menos veraces, ya que como decía abuela, más rápido se coge a un mentiroso que a un cojo.
Para algunos de estos Pinochos, la Revolución está en sus finales. Dicen o, mejor dicho, tratan de crear la imagen de la Revolución Cubana cayendo como el muro de Berlín. Muchos se afanan en mostrar a un proceso que agoniza y, lo peor de todo, es que apelan a la inexistencia de una historia de aquellos que fueron capaces de ir a un Moncada, venir en un Granma, vencer en un Girón, en Angola y demostrar la fortaleza de la ideas, tal y como se llevó a cabo con el regreso del niño Elián
La pregunta entonces se impone ¿Qué han hecho ellos? ¿Qué han aportado además de sus mentiras? Ellos han pactado con el diablo poniendo precio a sus almas y, aun así, insisten en dar la imagen de puros y sin manchas, olvidando esa parte de nuestro himno que dice: “…vivir en cadena es vivir, en afrenta y oprobio sumido…”
El proceso Revolucionario no se hizo llamar revolución de forma deliberada. Aquellos que se empeñan en destruirla, pretenden borrar 57 años de esfuerzo, de lucha, de victorias, a pesar de los percances naturales en el andar.
Este proceso, que clasifican como salpicado de hechos ridículos y banales, que consideran como una mala película con malos actores, es el proceso que a todos les permitió una educación gratuita y de igual forma sin costo alguno. Que incentivó a su pueblo a superarse y obtener el título de Doctor en Medicina, Licenciados en Economía, Ingenieros en Telecomunicaciones o Licenciados en Filología.
Es el proceso que permite llegar a cualquier hospital de cualquier ciudad y/o pueblo de Cuba y no tener que pagar un centavo para ser atendidos. Sin embargo, pareciera que para muchos es más fácil escupir la mano que les da de comer, pues consideran que hablar de medicina y educación gratuita, es un eslogan del gobierno; a pesar de que muchos de los que critican son profesionales, graduados con la Revolución.
Estas son personas que para justificar su sarta de mentiras llevan a cabo críticas poco matizadas de la realidad cubana, presentando todo en forma apocalíptica y como siempre, teniendo solo dos culpables: Fidel y Raúl.
Son personas que, incluso rallando en lo ridículo, han llegado a exclamar que Gabriel García Márquez no merecía el Nobel de Literatura y se justifican aludiendo a su amistad con Fidel.
Estas posiciones no son más que un pataleo infantil, de banalidades y mentiras. Son actitudes ridículas y sobre todo, de una total falta de principios. Y es que el mercenario nunca tendrá moral para la lucha, ya que no defienden un principio, sino que emplean la mentira como arma predilecta.
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