A José Martí en la manigua le llamaron Presidente y aunque declinó la espontánea aclamación , su liderazgo y genio políticos lo hacían indispensable para la conducción de la gesta emancipadora, por lo cual era seguro que los patriotas en armas lo elegirían para tan alta responsabilidad si la vida le hubiera alcanzado para verlo.
El 15 de abril de 1895, a pocos días de desembarcar por Playitas de Cajobabo y cuando se encontraba en uno de sus primeros campamentos, Martí se preocupó porque Máximo Gómez le hizo una seña para que se quedase lejos mientras se reunía con los jefes militares, y poco después lo llamaron para anunciarle su ascenso a Mayor General y reconocerle como Delegado del Partido Revolucionario Cubano (PRC).
Ese fue el primer Partido fundado para fomentar y dirigir una guerra de independencia, concebido y organizado por el Apóstol en 1892 para que salvaguardara el proyecto de liberación de la Isla de los errores del caudillismo y el regionalismo de las pasadas gestas, además de prevenir los peligros de las dictaduras en que devinieron no pocas repúblicas sudamericanas después de dejar de ser colonias de España.
Solo a pocas horas de caer en Dos Ríos, explicó en la carta inconclusa a su amigo Manuel Mercado el 18 de Mayo de 1895, la causa de la ausencia de referencias directas del antiimperialismo en sus proyectos y el principal objetivo que esperaba lograr con la “Guerra Necesaria” que se iniciaba entonces.
Ese propósito incluía “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin”.
Días antes de la fatal jornada de Dos Ríos, desde la plaza de Palma Soriano el coronel español Ximénez de Sandoval tuvo información de los desembarcos de Gómez, Martí, Antonio y José Maceo y partió de operaciones con una fuerte columna de caballería, infantería y prácticos cubanos, expertos conocedores del territorio.
El jefe peninsular preparó una emboscada en Dos Ríos con su flanco izquierdo protegido por el río Contramaestre, muy crecido y con altos barrancos, por el derecho había un bosque espeso y al frente por donde único podían avanzar las tropas mambisas se encontraba una cerca de alambres que limitaba la carga al machete.
Ximénez de Sandoval previó que tenía garantizada la retirada hacia Remanganaguas, población ocupada por las tropas colonialistas.
Máximo Gómez en Dos Ríos se aprestó a enfrentar la columna española que creyó que estaba descansando en la zona y según anécdotas de la época le dijo a Martí “retírese hacia atrás que este no es su puesto”.
Pero el Delegado no permaneció en el campamento, al parecer espoleado en su amor propio y se aprestó a participar en el combate. Montó en su caballo Baconao, regalo de José Maceo, y salió hacia la línea de fuego junto al joven Miguel Ángel de la Guardia Bello.
Al llegar a la cima de un barranco se situó frente a la infantería peninsular que lo abatió con dos disparos mortales en el pecho y la región del cuello y la mandíbula.
Tras la muerte de Martí aquel 19 de mayo de 1895, el Generalísimo Máximo Gómez, en carta a Tomás Estrada Palma le expresó “Cuando me pude apercibir de su caída, lo más que podía hacer lo hice, lanzarme solo a ver si recogía su cadáver. No me fue posible, y puedo asegurar a Ud. que jamás me he visto en tanto peligro. La noticia de fuente española de que yo estaba herido, no dejaba de tener su fundamento».
La campaña libertaria sobrevivió al rudo golpe de la temprana muerte del Maestro y su legado antiimperialista trascendió a su época e inspiró la lucha de varias generaciones de cubanos hasta la victoria del Primero de enero de 1959. (Por Jorge Wejebe Cobo, ACN)
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