Por Joselyn Muñoz Cruz
Aquí estas, allá, en la Sierra o en el llano,
aquí estás, allá, en el corazón de los cubanos.
Decimos convencidos: ¡Yo soy Fidel!
porque nunca muere aquel
que dejó la piel en el camino,
aquél, el hombre más fiel,
el más preciado y querido amigo.
Eterno vigilante de la aurora,
padre celoso y comprometido,
con la patria que ahora llora
al más excelso de sus hijos.
Fidel yo soy tu brazo,
tu corazón, tu pensamiento digno.
Fidel, con mi alma te abrazo,
Fidel, siempre tu vas conmigo.
En tu impronta te mantengo vivo,
en cada hombre, cada obra, cada grito,
en la bandera de la estrella solitaria,
en la palma en el escudo, en nuestro himno.
Fraguado en la guerra y en el sustento,
cada árbol que se mece con el viento
susurra tu querido nombre.
Nunca hubo ni habrá hombre,
que te iguale en estatura de universo.
Fidel, te respiro en la mañana,
cuando evoco tu recuerdo en la alborada,
tu sabio verbo al atardecer.
En las tribunas que solías estremecer,
acusando al enemigo impío,
o retándonos al desafío, que significa crecer.
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