Por Indira Ferrer Alonso
Cada 23 de agosto, a nivel nacional, se conmemora un nuevo aniversario de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). En actos oficiales y reuniones vecinales se evoca la impronta de Vilma Espín como presidenta y fundadora de esta organización, desde la cual promovió el desarrollo y la inclusión de las féminas en todos los ámbitos de la sociedad. Pero oyendo contar las historias de activismo revolucionario y antidiscriminatorio de la organización en sus primeros años, una se queda pensando que en algunos lugares parece que el tiempo lastró el entusiasmo, y el fervor sucumbió ante la apatía.
La honrosa condición de federada a todas nos llega a los 14 años, no es algo por lo que se lucha, ni siquiera es algo que la mayor parte de las jovencitas esperan. Hay comunidades en las que se ha descuidado tanto el trabajo de la Federación a nivel de base que la única actividad que se realiza es la recogida de la cotización. Puede que estas no sean las líneas ideales para saludar el aniversario 57; sin embargo cerrar los ojos ante las fisuras y lanzar serpentinas por lo que parece estar bien no es una garantía a largo plazo.
En tiempos en que para buena parte de la juventud las metas se reducen a hacer dinero para pagar ropa importada y ostentar súper celulares, hace falta más que nunca sacar del marasmo a la organización femenina y explotar sus muchísimas potencialidades para enriquecer y promover la participación de las mujeres en la sociedad. La FMC fue idea de Fidel, fue un arma para aniquilar lastres como la ignorancia, la prostitución y la sumisión ante patrones machistas dentro y fuera del hogar.
Esa organización que algunas veces nos damos el lujo de subutilizar, durante más de cinco décadas ha configurado nuevos horizontes para las que nacimos en Cuba. Hace mucho tiempo que el rol de las féminas en este país va más allá de dominar las labores domésticas, ser buena madre y esposa.
Ser toda una mujer también implica la posibilidad de estudiar, de no estancarse, de ofrecer nuestros conocimientos mediante el trabajo. Significa crecer, intercambiar experiencias como iguales con los hombres en esferas como el deporte, el arte, la ciencia, la tecnología, la producción y los servicios, enriqueciéndonos con el saber de ellos y aportándoles el nuestro.
Una mujer en Cuba no tiene por qué ser carga para la familia, ni “mercancía” para trocar por dotes, ni una ignorante fácil de explotar. Por el contrario, la cubana es alguien que puede brillar por sus logros, guiar y formar a sus hijos… alguien que respeta y se hace respetar.
Y todo eso, que de tan cotidiano pasa desapercibido, es fruto de una voluntad gubernamental que ha contribuido a materializar y a consolidar la Federación.
Iniciativas como los cursos para mujeres desvinculadas del estudio y del trabajo, la orientación a la familia en la formación de valores, la atención a los hijos, la lucha contra la violencia doméstica y de género, son solo algunos de sus muchísimos aportes.
Desde su fundación, el 23 de agosto de 1960, la FMC ha impulsado políticas y programas destinados a lograr el pleno ejercicio de la igualdad y emancipación de las cubanas; por eso es parte de esa dignidad que hemos ganado. Fortalecerla es la mejor manera de festejar su existencia.
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