Lo que piensa un delegado de #Cuba sobre las elecciones.

Por Aurelio Álvarez

El domingo 26 de noviembre del 2017, fue día de gran emoción, habían transcurrido apenas 24 horas del primer aniversario de la partida física del cubano de más estatura y el que hizo realidad los sueños del más universal de los cubanos, José Martí; hubo muchas muestras donde se entrecruzaban el dolor por su partida, y la alegría por sentirlo vivo. En un momento tan significativo en la vida del cubano, se producen las votaciones para elegir a nuestros Delegados a los órganos municipales del Poder Popular y aunque alguien se haya cuestionado en algún momento la efectividad de este sistema, la transparencia, la honestidad, la búsqueda de soluciones a nuestro alcance, demuestran la limpieza del mismo, concebido por nuestro Comandante en Jefe como una vía para escuchar a nuestro pueblo y buscar soluciones para los problemas que nos afectan, todo lo cual es una muestra más que elocuente de que sí es un sistema viable y efectivo.

Desde el significativo hecho de que las urnas cuidadas por niños y no por soldados, las Comisiones Electorales que se encargan de controlar los listados de electores y de nominados para que no existan fraudes ni mentiras; hasta la nominación de los candidatos en los barrios y no precisamente por sus campañas y eslogan propagandísticos, sino por ser considerados por los vecinos, los de mayores cualidades para representarlos.

Estas elecciones han sido un sí por Cuba, por Fidel, por la Revolución, por nuestros héroes y mártires y por todos los cubanos. Los que de alguna manera tratan de empañar nuestro sistema del Poder Popular, lo hacen sin argumentos, a veces nos encontramos personas que de forma equivocada plantean que el Delegado es un tramitador o es una persona que no tiene nada para dar; lo que no es así, el Delegado es un representante de los Poderes del Estado y está llamado a ser un velador por el bienestar del pueblo que representa, debe ser una persona perseverante, exigente y comprometido con la labor que realiza.

El Delegado no tiene derecho a cansarse en su actividad y no puede pensar que esta es una tarea fácil, implica momentos de incomprensiones, de molestias, a veces se ve afectada hasta su propio tiempo de descanso y la atención a su familia, pero todas estas limitaciones se ven recompensadas con la sonrisa de un niño, con la satisfacción de la población y lo hace pensar para sus adentros, ¡si trabajo bien y logro resultados que mejoren la vida de mis electores, entonces hago mía esa frase de tanta fuerza y tan contundente ¡Yo soy Fidel!

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