En un gesto que significa pérdida de soberanía y falta de valor, el gobierno de Canadá cedió finalmente a las presiones del presidente Donald Trump, para que lo siguieran en su farsa de los “ataques acústicos” en La Habana. El resultado es la decisión de la cancillería canadiense de retirar a las familias de los diplomáticos de su embajada en Cuba, al declararla como una Misión sin acompañantes.
Tal medida buscar crear una imagen distorsionada de la seguridad que tienen los extranjeros en Cuba, con el malsano propósito de afectar la entrada de turistas canadienses a la Isla, lo que incrementa las medidas yanquis que buscan ahogar la ya afectada economía cubana, por la sostenida guerra económica durante los últimos 59 años.
Al no poder demostrar la mentira de los ataques acústicos contra los diplomáticos yanquis en La Habana, ni impedir la entrada de turistas, especialmente los canadienses, la Casa Blanca utiliza el chantaje para doblarle el brazo al actual gobernante canadiense, a cambio de mantener el Tratado de Libre Comercio, pero cuando el chantajista logra sus propósitos la primera vez, se siente con la fuerza suficiente para continuar con su meta.
Nadie puede poner en dudas que el próximo paso será exigirle a la cancillería canadiense que emita una declaración, en la cual alerten a sus ciudadanos del “riesgo” que corren al visitar la Isla, algo muy difícil de creer pues son millones de canadienses los que viajan a las playas paradisiacas de Cuba y han comprobado la seguridad que tienen durante sus vacaciones.
Canadá, al ponerse de rodillas ante los yanquis, afecta a sus propios diplomáticos sometiéndolos a una separación forzosa de sus familiares, y es posible que alguno proteste o cuente la verdad, porque ninguno de los diplomáticos que fueron regresados a su país día estuvo enfermo en La Habana y todos trabajaron hasta el último momento sin manifestar síntomas de dolencias.
Si los ataques fueron falsos, las “enfermedades” también son falsas, algo que hay que gritar a los cuatro vientos para que el mundo sepa la verdad, aunque se conoce perfectamente que Estados Unidos poseen una fábrica de pretextos, cuando pretenden alcanzar un objetivo.
Es triste comprobar como países fuertes ceden a los chantajes del imperio, dañando su prestigio antes los ojos de sus propios ciudadanos, al perder soberanía nacional, esa que el pueblo cubano mantiene a pesar de invasiones mercenarias, actos terroristas, guerra económica, biológica, mediática y planes para asesinar a sus principales dirigentes, haciendo gala de mucha valentía y firmeza, por las que el mundo entero los admira y respeta.
Por esas razones afirmó José Martí:
“Ni laurel ni corona necesita quien respira valor”
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