Por: Miguel Angel García Alzugaray
Famélicos, desarrapados, con huellas de recientes lágrimas en sus demacradas caritas sucias, en las que se reflejan el miedo, la tristeza y la desesperación, miles de niños y adolescentes de ambos sexos, se apiñan en estrechos y malolientes calabozos, en espera que se decida su incierto destino por autoridades crueles y corruptas.
No es la cruda imagen de un documental sobre Auschwitz, Dachau o Buchenwald, los conocidos centros de exterminio nazis de la Segunda Guerra Mundial, sino la horrorosa realidad que viven hoy los menores inmigrantes latinoamericanos en los lugares de confinamientos creados para ellos por la administración norteamericana.
Generalmente, las víctimas de esta tragedia son mexicanos, colombianos, hondureños, y guatemaltecos. Tienen entre cinco y 17 años. A la mayoría, sus países de origen les niegan una infancia digna y a diario lidian con la inseguridad, la violencia, el miedo y la extorsión. Al temor constante por su integridad física muchos de estos niños y niñas suman familias separadas por padres y madres emigrados a Estados Unidos para convertirse en el sostén familiar en la distancia.
El peligroso viaje a Estados Unidos muchas veces acaba en deportación, y no pocas veces, con la muerte o graves traumas, pero sus deseos de huída son tan grandes, que las miles de millas que separan sus lugares de orígenes de la frontera de Texas, no les amedrentan. El número de los que lo intentan, sin documentos y haciendo solos la travesía clandestina, casi se ha duplicado en menos de un año.
Ahora, para agravar esta dantesca situación provocada fundamentalmente por la explotación neoliberal capitalista, Donald Trump , el presidente oligarca de los Estados Unidos, ha ordenado a Jeff Sessions, Fiscal General de ese país, adoptar las más drásticas y severas medidas para separar los menores emigrantes de sus padres y encerrarlos como si fueran animales salvajes en bases militares y otros establecimientos, que por sus pésimas condiciones de alojamiento y brutal régimen disciplinario, más parecen los precitados campos de concentración.
En realidad, a estas alturas, ello no debería extrañar a nadie, pues tal es la verdadera naturaleza de la camarilla neofascista que con múltiples artimañas y el apoyo incondicional de la mafia cubano-norteamericana de Miami, maneja hoy los hilos del poder desde la Casa Blanca.
Tales son las claves de una “crisis humanitaria” que está sacando a la luz la inmensa hipocresía y el doble rasero del imperio yanqui en materia de Derechos humanos.
Una política aberrante condenada por la ONU
Naciones Unidas ha expresado su profunda preocupación por la separación de niños migrantes, algunos de ellos de corta edad, de sus padres por parte de las autoridades estadounidenses al proceder a detenerles tras cruzar la frontera sur del país; por ello, el organismo internacional ha conminado a EE.UU. a suscribir la Convención de la ONU de Derechos del Niño, pues es el único país del mundo que no lo ha hecho.
“Estamos profundamente preocupados por la política de tolerancia cero impuesta a lo largo de la frontera sur de Estados Unidos que ha llevado a que personas atrapadas cuando entraban de forma irregular en el país hayan sido sometidas a procesos penales y que les hayan separado de sus hijos, incluidos algunos muy pequeños”, señalaba ayer la portavoz del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Ravina Shamdasani.
“La práctica de separar a familias equivale a una interferencia arbitraria e ilegal en la vida familiar y es una grave violación de los derechos del niño”, sostuvo la portavoz del máximo responsable de Derechos Humanos de la ONU, Zeid Raad al Hussein, recordando que EE.UU. sigue siendo el único país que aún no ha ratificado la Convención de los Derechos del Niño y animándole a que lo haga y “respete plenamente los derechos de todos los niños”.
Igualmente, la portavoz dejó claro que “el uso de la detención de inmigrantes y la separación de familias como método de disuasión es contrario a los estándares y principios de Derechos Humanos”.
“Los niños nunca deberían ser detenidos por razones relacionadas con el estatus migratorio de sus padres o el suyo”, insistió Shamdasani, advirtiendo de que la detención “siempre constituye una violación de los derechos del niño”.
Según denunció la representación del Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF) en Estados Unidos, desde el pasado mes de octubre hasta principios de mayo, al menos 900 niños, incluidos unos 100 de cuatro o menos años de edad, se han visto separados de sus padres en la frontera suroeste del país, según datos del Departamento de Salud y Servicios Humanos. Esta cifra ya se ha duplicado en lo que va del mes de junio.
El presidente estadounidense aseguró que la separación de familias de inmigrantes detenidas tras cruzar la frontera “es el fallo de la mala legislación aprobada por los demócratas”. Las leyes de Seguridad Fronteriza deben ser cambiadas pero los demócratas no pueden ponerse de acuerdo. ¡Hemos empezado el Muro!”, afirmó Trump en su cuenta de Twitter.
El mandatario comentaba así el creciente número de niños y padres separados en la frontera con México a raíz de la entrada en vigor de la política “tolerancia cero”, impulsada en mayo por el fiscal general, Jeff Sessions, que busca frenar el flujo migratorio.
El Departamento de Justicia anunció el pasado 6 de mayo que presentará cargos penales contra todos los extranjeros que sean sorprendidos cruzando la frontera irregularmente, un esfuerzo que pretende frenar la inmigración clandestina.
Esta medida, conocida como “tolerancia cero”, envía a los padres a custodia penal y a los niños a refugios financiados con fondos federales supervisados por el Departamento de Salud y Servicios Humanos.
Los únicos datos hechos públicos sobre esta cuestión señalan que, entre el 6 y el 19 de mayo, un total de “658 niños y 638 adultos” han sido separados en la frontera sur del país con México, tal como explicó la semana pasada el subdirector del programa de operaciones de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), Richard Hudson.
Para el gobierno federal, la separación de padres e hijos que sean interceptados en la frontera entre México y Estados Unidos, es un tema de “seguridad y legalidad”, según el Departamento de Seguridad Nacional (DHS).
La acción “aberrante” para muchos activistas proinmigrantes, se acentúa con el Departamento de Salud y Servicios Humanos en busca de bases militares durante estas semanas para albergar a los menores.
“Si no quiere que su hijo se separe de usted, no lo traiga al otro lado de la frontera ilegalmente”, dijo Sessions tras el anuncio.
No obstante para la comunidad a favor de los derechos civiles y los expertos de la salud, la nueva acción del DHS es una crueldad y un tema de salud con graves consecuencias, especialmente para los menores de edad.
¿Cuántos menores cruzan la frontera? Baste decir que la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos registró que un total de 47,017 —cifra récord— niños y niñas no acompañados por un adulto fueron detenidos en la frontera sur del país entre octubre de 2014 y mayo de 2015 cuando intentaban cruzar desde el norte de México. El dato casi dobla las 24.493 detenciones del anterior año fiscal.
Las principales causas de este fenómeno son la miseria, el desempleo, la falta de oportunidades, las desigualdades sociales y de género, así como la imparable violencia e inseguridad pública engendradas por la delincuencia transnacional, fundamentalmente el narcotráfico, que azota a los países de origen de estas personas, y de lo cual, casualmente, es Estados Unidos el principal responsable.
Un reporte publicado hace unos días por la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU por sus siglas en inglés) detalla el trato brutal y sistemático de niños inmigrantes desacompañados por parte de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) en la frontera entre EE.UU. y México, entre el 2009 y el 2014.
Pero si bajo la presidencia de Obama la situación ya era muy preocupante, durante el gobierno de Donald Trump, los métodos empleados contra estos jóvenes hacen eco de las prácticas de la CIA y las fuerzas estadounidenses de ocupación en los centros de tortura clandestinos y la prisión Abu Grahib de Irak.
La antesala del infierno
Según un informe, “los oficiales de la CBP regularmente utilizan fuerza contra los niños cuando tal fuerza no es objetivamente razonable ni necesaria”. Un agente le dijo a un joven de 16 años, “te voy a dar una paliza”, y luego lo “lanzó al suelo y golpeó su cabeza contra el piso con su bota”.
Otros agentes atropellaron a un niño con un camión y se rehusaron a permitir que su pierna quebrada fuera tratada. Los agentes golpearon a un niño de quince años con una rama con espinas, le pegaron a un niño con un foco metálico, lanzaron a otro niño golpeando su cabeza con una piedra y electrocutaron a otros con pistolas paralizantes “por diversión”.
Los oficiales violan y acosan sexualmente a los menores. Agentes de la CBP obligaron a una niña de 16 años a desnudarse y “le abrieron las piernas a la fuerza y tocaron sus partes privadas con tanta fuerza que gritó”.
Otros agentes pusieron a otra niña en un cuarto y le dijeron en español, “ahora, cerraremos la puerta, y te violaremos”. Un agente hombre y una agente mujer forzaron a otra niña a desnudarse, viéndola por 15 minutos y amenazando con encerrarla en un cuarto con un interno grande y obligarla a ser “su esposa”.
Los guardias deshumanizaron a los niños con abuso verbal. Se burlaron de un niño por ser “gay”, diciendo “esta gente solo viene acá para una operación de cambio de sexo”.
Una joven embarazada fue acusada de ir a EE.UU. para “contaminar este país”. Otro agente le preguntó a un niño por qué había “venido para perjudicar a este país”. Los agentes se reían de los inmigrantes cuando pedían formularios para tramitar una queja.
El gobierno encierra a los niños inmigrantes en celdas con “fluidos corporales en las paredes y los suelos, junto con servilletas y papel higiénico con heces en el suelo, que generan un olor repugnante en toda el área de procesamiento”, según un reporte interno.
Una víctima de estos maltratos, calificó a los centros de confinamiento para menores inmigrantes como la “antesala del infierno”. Si no, juzguen ustedes mismos, subrayó: Los agentes hacen pasar hambre a los niños y les niegan acceso para tomar agua. Los agentes les niegan a los niños la atención médica que requieren. Un agente envió a un perro de ataque a embestir a un niño, causando que su ojo sangrara, y luego le denegó atención médica. En otro caso, “privaron [a una niña] de sus medicamentos para el dolor y toallas sanitarias después de que fuese operada por un tumor en el ovario”.
Otro inmigrante dijo que los agentes se rehusaban repetidamente cuando las madres con bebés pedían leche. Como resultado, “los niños en los cuartos de contención lloraban de hambre”. A los niños les dieron varias veces leche y comida en mal estado, haciendo que se enfermaran.
Los guardias fronterizos botan regularmente las pertenencias personales de los inmigrantes, incluyendo sus papeles de identidad y documentos legales, incluyendo aquellos necesarios para probar sus casos al solicitar asilo. Los agentes también obligan a los niños a firmar documentos de “autodeportación” que los privan de todos sus derechos legalmente establecidos. Un agente le ordenó a un niño que se desnudara y le dijo que “se quedaría sin ropa al menos que firmara el documento”. Otro agente amenazó a una madre adolescente con violarla y poner a su hijo en adopción si no firmaba el formulario de autodeportación.
Este es parte del panorama. En el próximo trabajo se expondrán otros elementos.
Tomado de: http://razonesdecuba.cubadebate.cu/articulos/los-campos-de-concentracion-de-donald-trump-parte-i/
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