Miles de cubanoamericanos votaron por el ahora presidente republicano Donald Trump. No porque quisieran una política de mano dura con Cuba, sino por la brillosa promesa de que en los próximos años ellos iban a ganar más dinero. Creo que es una manera bastante sencilla de resumirlo. No pretendo juzgar, sin embargo, un asunto que es más bien idiosincrático. Muy probablemente esos cubanoamericanos, que dieron su apoyo a un presidente neofascista, estuvieran pensando gentilmente en ganar más dinero para ayudar a sus familias en Cuba. Muchos de esos cubanoamericanos quizás no llevaran tanto tiempo en el país como para saber que los presidentes rara vez cumplen sus promesas electorales.
Encuentro un elemento, no obstante, que me consuela. Y es que ya hay unos cuantos arrepentidos. Otro elemento me consuela todavía más: que algunos cubanoamericanos eran fieles defensores del socialdemócrata Bernie Sanders, un hombre que se atrevió a elogiar el sistema cubano. Porque después de todo, Estados Unidos no es Donald Trump, ni fue Reagan, ni fue Nixon, y esto no podemos olvidarlo.
Estados Unidos es un país de más de trescientos millones de habitantes. Tener el apoyo de un mero quince por ciento de la población es numéricamente hablando semejante a contar con el apoyo total de Argentina. Estados Unidos es un conjunto de países bien dispares que se vende al mundo como una nación íntegra y terminada. La unanimidad que solemos ver en el color del mapa es tremendamente engañosa. No se trata, siquiera, de una cuestión de partidos políticos.
Mientras alguien lee estas líneas, hay círculos de poder que les interesa exportar alimentos al insatisfecho mercado cubano, y no porque les importe en lo más mínimo Cuba (entre más ineficiente sea nuestra agricultura, mayores serían sus ganancias). De igual modo hay movimientos por los derechos humanos, en los que participan personas honestas, que creen en la propaganda anticubana y llaman a nuestro gobierno una dictadura. No todos los americanos que quieren que quiten el bloqueo están preocupados por el pueblo cubano. Y a la vez, no todos los que apoyan el bloqueo son ruines y odiosos. Nosotros tampoco somos el centro del mundo. Una realidad compleja y cambiante escapa a veces a nuestros problemas.
El color homogéneo del mapa de los Estados Unidos esconde también los movimientos contra la discriminación racial, por la igualdad de género, por los derechos de los homosexuales, por la libertad religiosa… Esconde los movimientos por la paz, por la no proliferación nuclear, por el medio ambiente. Esconde las gigantescas manifestaciones contra el sistema financiero corrupto y contra la desigualdad social. Esconde la pluralidad de culturas que ha propiciado la inmigración a través de los siglos, y en la cual se fundan los Estados Unidos. La misma inmigración cubana (no lo olvidemos) ha sido parte de los Estados Unidos desde mucho antes del Triunfo de 1959.
Donald Trump y sus seguidores podrán robarse los titulares por el momento, pero el resto de los Estados Unidos existe y merece celebrar, este cuatro de julio, su existencia.
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