Por Arthur González.
Para comprender por qué desde el 2017 Estados Unidos insiste en acusar a Cuba de los inventados ataques sónicos, hay que revisar la historia para no cometer errores.
Esos no son presuntos ataques, son simplemente falsos ataques y así se les debe calificar, porque forman parte del plan diseñado por la ultraderecha yanqui, incluida la mafia terrorista de Miami, para afectar la entrada de turistas y la economía cubana.
El sistema de salud de Estados Unidos es uno de los más costosos del mundo, no existe medicina comunitaria y una simple consulta en un hospital cuesta no menos de 100 dólares, es por eso que la mentira se extiende a la campaña de la falsa afectación de salud, con el único propósito de atemorizar a los que se atrevan a viajar a la isla.
G.W. Bush puso en práctica un plan para cortar la entrada de cubanos residentes en Estados Unidos y las remesas familiares, con el objetivo de reducir la entrada de dinero a Cuba y estrangularla económicamente con la idea de “poner fin expedito a la dictadura de Castro”, como declaró.
Había que impedir la entrada de estadounidenses a la Isla, porque como afirmaban sus ideólogos “a medida que más personas la visiten y compartan sus experiencias con sus familiares y amigos, Cuba empezará a parecer una isla tropical más, quizás un poco más pobre, pero no el maligno archipiélago construido por nuestra retorica”.
Cuba no debe dejarse arrastrar al juego yanqui y tiene que repetir hasta el cansancio que son falsos ataques y por tanto falsos también los padecimientos. Antecedentes sobran, por eso es imprescindible repasar la historia.
Cuando John R. Bolton era el subsecretario para el Control de Armas y Seguridad Internacional de Estados Unidos, acusó a Cuba de desarrollar armas biológicas, y lo ratificó en su discurso conocido “Más allá del eje del mal”, el 6 de mayo de 2003 en la reaccionaria Fundación Heritage, donde calificó de “Estados bribones” a Libia, Siria y Cuba, y subrayó que “la isla tiene al menos un esfuerzo limitado de investigación y desarrollo de armas biológicas”.
Fidel Castro respondió de forma contundente y acabó con la comedia, al expresar públicamente que las afirmaciones de Bolton eran “diabólicos inventos y calumnias infames”, invitó a cualquier agencia internacional a inspeccionar las instalaciones de biotecnología. El show propagandístico terminó.
La actual operación de los “ataques sónicos” solo pretende incrementar aún más el cerco económico contra Cuba y servir de pretexto para el cierre de su misión diplomática, algo que exige el senador Marco Rubio, miembro de la mafia terrorista de Miami.
La historia recoge episodios cometidos por Vicki Huddleston y James Cason, ex jefes de la entonces Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, quienes hicieron lo imposible por provocar al gobierno cubano para que los expulsaran y darle la oportunidad a la Casa Blanca de tomar la decisión de eliminar esa Sección.
La Sra. Huddleston desde 1999 fue la encargada de llevar a cabo la política de William Clinton de promover la “democracia”, para ello recibió a través de la valija diplomática toneladas de materiales subversivos, repartiéndolos entre los cubanos, según documentos oficiales.
Cientos de miles de radios de onda corta fueron entregados, provocando de forma permanente a las autoridades cubanas, además de violar la Convención de Viena en cuanto al empleo de la valija diplomática.
En el 2002 James Cason reemplazó a Vicki Huddleston y adoptó posiciones mucho más provocativas, buscando ser expulsado. Para ello ofreció su residencia y locales de la Sección, para reuniones de la contrarrevolución que Estados Unidos organizó y financió. Inauguró centros ilegales de preparación para esa “disidencia” e instaló un cartel lumínico con noticias en la fachada del edificio, introducido en Cuba por la valija diplomática.
Fidel Castró recalcó el 6 marzo de 2003 ante la Asamblea Nacional: “Cuba puede prescindir tranquilamente de esa oficina, incubadora de contrarrevolucionarios y puesto de mando de las acciones subversivas más groseras contra nuestro país”, y añadió: “quizás el gobierno de Bush está tratando de provocar intencionalmente para romper el último lazo diplomático”.
No se equivocó, documentos oficiales conocidos posteriormente indican que provocar a Castro era exactamente el objetivo asignado a James Cason. Según afirmaciones de Roger Noriega, sub secretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental: “Le dijimos a nuestro amigo James Cason que, si lograba provocar al régimen cubano para que lo expulsara del país, podríamos responder cerrado la Sección de Intereses de Cuba en Washington”.
La operación de los falsos ruidos se mantiene en cartelera para no dejar morir la noticia y provocar la caída del turismo, algo que no han logrado.
A la vez, el hecho de cerrar el consulado en La Habana pretende conformar una presión interna para que los cubanos inicien salidas ilegales, tal como sucedió en el pasado cuando Reagan dejó de cumplir el acuerdo migratorio de entregar hasta 20 mil visas anuales, repetido por Clinton en el 1994. Ambas situaciones dieron origen a salidas ilegales masivas.
Los yanquis no hacen nada por gusto y ahora pretenden llamar la atención de sus mentiras, enviando a La Habana el 24 de julio 2018, a tres altos funcionarios del Departamento de Estado, “para evaluar los desafíos únicos de los misteriosos incidentes que dañaron la salud de 26 funcionarios de la embajada en La Habana”, según declaraciones de su portavoz oficial.
No hay que ser muy inteligente para entender el show mediático que han creado contra Cuba, todo es sencillamente falso. No han presentado pruebas porque no existen, solo buscan acciones mediáticas y a la vez quieren que La Habana pierda tiempo y dinero en investigar sus inventados ruidos, pero el FBI no ejecuta ninguna acción para detener y enjuiciar a las decenas de terroristas que acogen y protegen en Miami, causantes de muertes y destrucción de seres humanos y medios materiales en Cuba.
La respuesta tiene que ser contundente, los ruidos son, como dijera Fidel, solo diabólicos inventos y calumnias infames, nada de “supuestos ataques”. Él nos enseñó que a los yanquis hay que responderles con fuerza porque no entienden de otra forma y así lo recoge nuestra historia de los últimos 60 años.
Por eso decía José Martí:
“No ha de temerse la sinceridad”