Por: Luisa Díaz Rizo*
Yo te profeso amor, mi Comandante, por tu fuerza, tu luz y tu hidalguía, por tu ejemplo, tu estatura, tu guía que sintetizan tu estirpe de gigante.
Yo no te siento ausente ni un instante, porque estás en mi sangre, en cada paso, en el viento, el día y el ocaso, en todo, tu presencia ahí, expectante.
Yo te amaré con devoción constante, no como un dios; como Patria y bandera, como fusil en ristre en la trinchera, que repele al enemigo amenazante.
Es ese amor, quien me impulsa adelante, a continuar tu lucha, tu obra, tu razón, siguiendo tu sendero de eterno caminante, en el que nos enseñas que lo más importante es llevar a Cuba, aquí en el corazón.
Tienes razón, nuestro Fidel nos enseñó a defender nuestras conquistas con el actuar diario en nuestro trabajo y en nuestros estudios para sostener nuestra Revolución que ya cumple 60 años siendo invencible ante todas las adversidades que se le presentan. Por lo que nunca debemos dejar de prepararnos para que la incultura haga su trabajo y derrumbe lo que con sudor y sangre tenemos hoy. Eso y mucho más son las ideas que me inculcó el comandante, y así como lo veo yo lo ve cualquier cubano que siente algo por su patria, que somos lo que sabemos, mejor que nadie, el trabajo que pasó nuestro comandante para hacer cumplir lo que empezó Céspedes el 10 de octubre de 1868 y ahora continuamos nosotros sin olvidar la historia. Muy bonito tu artículo, deberías hacer más acerca de tus sentimientos para que el mundo los conozca y sientan nuestra realidad.