La noticia de la semana es, sin dudas, la decisión del gobierno cubano de no continuar como integrante del programa Más Médicos de Brasil, al que se unió en 2013 bajo el gobierno de Dilma Rousseff como parte de un convenio tripartito con la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
El aporte de Cuba, implicó la entrada de unos 20 mil médicos, en diferentes momentos, con el objetivo de “suplir el déficit de recursos humanos para asistir a los grupos más vulnerables, afectados por desigualdades sociales en zonas periféricas, comunidades remotas, asentamientos rurales y 34 Distritos Sanitarios Especiales Indígenas”, y estoy citando reportes de la Organización Mundial de la Salud.
Ahora, esos galenos que cubrieron más de 3 mil 600 municipios, de ellos 700 vírgenes en programas de atención médica, y atendieron a 113 millones de pacientes, regresan a la Patria, tras declaraciones “despectivas y amenazantes” del presidente electo Jair Bolsonaro, quien reiteró su intención de modificar términos y condiciones de un programa firmado hace un lustro y ratificado incluso por el presidente de facto Michel Temer.
Declaraciones que, después del anuncio cubano, subieron de tono al anunciar que su gobierno daría asilo a los cubanos que quisieran permanecer en Brasil, en una estrategia clara de robo de cerebros.
Pero más allá de las causas, vale la pena pensar en las consecuencias. La primera de ellas, es para el pueblo brasileño y el programa Más Médicos, que no termina pero sentirá la falta de los cubanos, en tanto nuestros profesionales representan más del 50 por ciento de su fuerza.
Los brasileños lo saben. De hecho, el Consejo Nacional de Secretarías Municipales de Salud y el Frente Nacional de Alcaldes se apuraron en emitir una declaración en la que “lamentan” la interrupción de la cooperación con Cuba, la cual provocará que 29 millones de personas queden desatendidas.
La declaración, que tiene tono de advertencia al gobierno recién electo, alerta que casi el 80 por ciento de los municipios del país solo tienen médico gracias al programa, y que el 90 por ciento de las consultas a la población indígena eran realizadas por profesionales cubanos.
Se afectará, dicen los secretarios de salud y alcaldes, incluso los sitios que no estaban atendidos por Más médicos, debido a la saturación que esta pérdida provocará en el resto del sistema sanitario del gigante sudamericano.
En otras circunstancias, sería posible pensar que la ausencia de los cubanos podría cubrirse con profesionales de otras naciones, pero la cercanía de Jair Bolsonaro con la Escuela de Chicago, una corriente de pensamiento económico que defiende el libre mercado, y en su devenir se caracteriza por aplicaciones de shock en las que siempre sufren los más débiles, y el acercamiento a regímenes dictatoriales como el de Augusto Pinochet, apaga cualquier resquicio de luz al final del túnel.
Pero el término del convenio con Brasil y la OPS también tendrá serias repercusiones para la economía cubana, que hoy tiene en la prestación de servicios en el extranjero, sobre todo médicos, una de sus principales fuentes de ingreso en divisa.
Esa operación de resta, se suma, y que valga la ironía, a la reducción del 9 por ciento de los ingresos por servicios prestados en el periodo del 2015 al 2018, según datos proporcionados por el miembro del Centro de Estudios de la Economía Mundial y ex ministro de Economía, José Luis Rodríguez.
Nadie, a fin de cuentas, sale ganando con esta ruptura necesaria. Detrás, queda para ser citados en pasado, un lustro de solidaridad que dejó lazos y hermandades que nadie podrá quebrar, y el agradecimiento eterno de un pueblo al que, al decir de la ex presidenta Dilma Rousseff, “le hará falta la labor de estos profesionales dedicados y generosos”.
Tomado de: Venceremos
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