Por Claudia Díaz Pérez
Desde que escuché las primeras referencias sobre Jair Bolsonaro, recién electo presidente de Brasil, y la armónica orquestación para dejar fuera de la palestra política a Luis Ignacio Lula da Silva, comprendí que sobre el gigante sudamericano vuela el águila imperial.
Encontraron en Bolsonaro, ex capitán del ejército, el desdén irónico, agresivo, lacerante contra la izquierda que tantos éxitos cosechó en la última década. Ahora llega como lo llamó una doctora que entrevisté recientemente, a dirigir los destinos de Brasil, el “Trump latinoamericano”.
Por más que me expliquen sobre los enredos de las elecciones no sé cómo el pueblo le entregó el poder a quien le dice a una mujer: No te violo porque no te lo mereces, y de los negros ha expresado “los afrodescendientes no hacen nada, creo que ni como reproductores sirven más”. Antifeminista, racista y homofóbico también. Ha afirmado que prefiere perder a un hijo en un accidente a que sea gay.
Aún no llega el primero de enero, momento en que asumirá la dirección del país y desde ahora confina a su nación a un apagón de salud. Le niega la luz que por cinco años le ha llegado de la mano de casi 20 mil galenos cubanos.
Con la salida de los colaboradores ante las condiciones inaceptables que incumplen las garantías acordadas desde el inicio del Programa, que fueron ratificadas en el año 2016, más de mil 500 municipios quedarán sin un médico.
Aquí en Cuba llegamos al mundo rodeados de doctores y a lo largo de la vida tenemos la asistencia médica tan cotidiana, que a veces la desestimamos, pero escuchar los testimonios de disímiles brasileños que con 60, 35, 40 años vieron por primera vez un médico, cala profundo en el alma. En lo adelante ya no estarán allí para diagnosticar enfermedades como la lepra, para intervenir ante la picadura o mordida de insectos, serpientes, arañas, para asistir a una mujer en el parto, para hablarles de los factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares.
Pero Bolsonaro no piensa en las consecuencias de sus declaraciones para el pueblo. A él no le interesan los habitantes de las áreas rurales, favelas, comunidades indígenas y sectores desfavorecidos de Brasil. Qué son los pobres para él lo dijo en de 2013 ante la Cámara de Diputados: “El pobre sólo tiene una utilidad en nuestro país que es votar. La cédula de elector en la mano es diploma de burro en el bolsillo. Sirve para votar el gobierno que está ahí. Sólo sirve para eso y nada más”.
Cuba ha tomado una decisión oportuna como lo ameritan las declaraciones insultantes, ofensivas y agresivas. Es preferible una salida a tiempo y con dignidad. Ya sabemos la calaña de Bolsonaro, su red de relaciones con el principal enemigo político de nuestro país. Él está convocado a herir a Cuba donde más le duele, a herir el orgullo por nuestro aguerrido, profesional y meritorio ejército de batas blancas, y eso no se puede permitir.
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