Un abrazo es tal vez una de las expresiones de cariño y apoyo que más nos reconfortan. Cuando atravesamos un momento difícil, que nos abracen o abrazar puede ser una manera casi mágica de conjurar o al menos hacer tolerable cualquier sentimiento o coyuntura negativos, y también en la alegría, el abrazo representa la posibilidad de compartir todo lo bueno que tenemos.
Pero esta conducta no solamente es efectiva en el plano emocional, íntimo, entre las personas. También lo suele ser en el ámbito social, cuando hay que definir o tomar partido en una circunstancia que pudiera ser decisiva en el devenir histórico de una sociedad, comenta el periodista Francisco Rodríguez Cruz en el programa Haciendo Radio.
Abrazar una causa en épocas de bonanza no tiene particular mérito, defenderla y proclamarla cuando hay dificultades, obstáculos, problemas por solucionar, implica un mayor compromiso y nos hace crecer como seres humanos.
Y la mejor manera en que es posible manifestar ese abrazo a una razón, a una lógica, a una manera de actuar, es mediante la participación y la toma de decisiones, siempre con la convicción de hacer lo que creemos más constructivo.
La neutralidad sí que no existe. No tomar partido, no atreverse a abrazar algo en lo que podamos creer y por lo cual vale la pena que actuemos, bajo el pretexto de no implicarnos, es un modo lamentable de hacer, o de no hacer, que no es lo mismo pero es igual. Tampoco el desamor y el escepticismo motivan nunca abrazos que conforten y llenen los espíritus.
Cuba vive una época de transformaciones que necesita que nos abracemos a determinados patrones o normas de actuación, para lograr alcanzar los propósitos que la mayoría nos hemos propuesto construir.
Hay que abrazarse al trabajo, primero que todo. A la exigencia, a la disciplina, al respeto de los demás y de nosotros mismos. Está claro que nadie nunca nos va a regalar nada, lo que tenemos y lo que tendremos depende de nosotros, tanto a nivel individual como colectivo.
Ahora mismo estamos a las puertas de un acontecimiento tan trascendental como el próximo referendo constitucional del 24 de febrero. Ese voto al cual nos han convocado a toda la ciudadanía, es también en cierta manera una especie de abrazo, uno muy grande y duradero.
Abrazar esa responsabilidad con la Constitución que construimos en colectivo es aceptar unirnos a una causa que nos trasciende y nos implica con el cambio, con el impulso de soluciones presentes y futuras, para nuestras familias y conciudadanos.
Ese voto afirmativo que como sociedad buscaremos mayoritariamente el domingo próximo resulta ese tipo de decisión que con frecuencia debemos tomar, de modo consciente, para responder a las expectativas de quienes nos rodean y de nosotros mismos, de una manera consistente, sin concesiones a la indiferencia ni hacerles el juego a las amarguras y los resentimientos, como reafirmación de una voluntad verdadera de mejorar nuestra realidad cotidiana.
Veamos entonces el referendo constitucional como otra expresión —como decíamos al inicio— de cariño y de apoyo, no ya en lo personal e íntimo, sino a escala de toda la sociedad, cuyo mejoramiento continuo es, sin dudas, la mejor causa que podemos abrazar en estos tiempos decisivos.