Autor: Israel Valdés Rodríguez
Reseña histórica.
La intervención militar de los Estados Unidos de América en la guerra anticolonialista que llevaban a cabo los mambises cubanos contra España (1898), frustró el proyecto martiano de República. Así se confirmó la advertencia de nuestro José Martí respecto al futuro proyecto imperialista de apoderarse de nuestra América, pues como el mismo lo reveló: “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas.”
En 1902 Cuba obtuvo su independencia política formal, con una Constitución que así lo acreditaba, pero con una independencia impuesta por los Estados Unidos, que formalizaba el derecho del gobierno yanqui a intervenir militarmente en nuestro país cuando lo estimase necesario a sus intereses.
Como complemento de este instrumento jurídico se concertó el Tratado Comercial de 1903, en el que, tras la supuesta “reciprocidad”, quedó expedito el camino para la penetración y supeditación de la economía cubana por el capital monopolista del naciente imperialismo norteamericano. Además, se adueñó de una porción del territorio nacional en contra de la voluntad del Gobierno y el pueblo cubano e implantó una base naval.
Los convenios firmados garantizaban determinados instrumentos de dominación. Los gobiernos corrompidos y las intervenciones yanquis que se sucedieron en las primeras décadas de la república neocolonizada, cumplieron la misión de entregar al amo extranjero las riquezas del país. El capital norteamericano fue penetrando de manera progresiva, especialmente en las ramas fundamentales de la economía cubana. Las mejores tierras agrícolas, los centrales azucareros más importantes, las reservas minerales, las industrias básicas, los ferrocarriles, los bancos, los servicios públicos y el comercio exterior pasaron al férreo control del capital monopolista de los Estados Unidos de América, lo que les ofrecía grandes ganancias.
Las inversiones en la industria azucarera incluían la apropiación de enormes extensiones de tierra para el cultivo de la caña. A esto se añadió los empréstitos concertados por todos los gobiernos de aquel periodo con casas bancarias norteamericanas. Todo este panorama de dominación fue acentuándose y tomó mayor crecimiento entre 1914 y 1920, o sea, durante los años de la Primera Guerra Mundial, cuando Cuba le vendió sus zafras completas a los Estados Unidos como contribución de guerra y se convirtió en la azucarera del mundo. Por este entonces arribaron a Cuba los más importantes inversionistas yanquis de ciertos grupos capitalistas vinculados al sector comercial (United Fruit Co.), el sector bancario (Speyer), industrial, minero y ferroviario (Cuban Américan, Guantánamo Sugar, Cuba Co., Bethlehem Steel y otros) y así, poco a poco, fueron penetrando sutilmente nuestra economía. Se cree que la Cuba Cane Sugar Corporation fue la primera empresa norteamericana fundada con la participación directa de elementos de la oligarquía financiera yanqui y que propició el surgimiento del Clan Rionda, asociados con los grupos financieros de Sullivan & Cromwell y con el Banco Schröeder. La familia Rionda llegó a representar el 4to. Grupo azucarero en Cuba. Algo similar ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), pero esta es una historia muy larga, para contar en tan poco espacio.
En el proceso inversionista se puede observar el crecimiento del capital estadounidense de manera sostenida y preferencial por el sector azucarero. De tal manera que la economía creció deformada y con absoluta dependencia de los intereses norteamericanos. El resultado fue una República neocolonial donde se destacan como rasgos fundamentales:
- La mayor parte de los medios de producción eran propiedad extranjera.
- Predominio del latifundio en la estructura agraria y atraso tecnológico.
- Carácter monoproductor de la economía y dependencia de un solo mercado.
- Concentración del mercado exterior en el de los Estados Unidos con el 60% de las exportaciones y el 80 % de las importaciones.
- Baja y desigual distribución del ingreso.
- Dependencia tecnológica
- Penetración cultural.
Esa fue la situación en la que se encontraba Cuba al triunfar la Revolución. De ahí la sabia advertencia de Fidel el 8 de enero de 1959: “Estamos en un momento decisivo de nuestra historia. La tiranía ha sido derrotada. La alegría es inmensa. Y, sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil. Quizás en lo adelante todo sea más difícil.”
Continuará…
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