
Tomada de Internet
Cuando yo era pequeña, siempre me preguntaba por qué, si papá era tan bueno como mamá, no tenía un día en el año.
Cada segundo domingo de mayo, mamá despertaba más linda y alegre, era porque papá y yo la llenábamos de besos y le dábamos regalos. Ese día papá cocinaba, ayudado por mí y no permitíamos que ella hiciera alguna tarea doméstica.
En cambio, no había algún día en que hiciéramos algo parecido con papá.
El trabajaba mucho y cuando llegaba, aunque fuera tarde, siempre me traía una golosina y una flor; me hablaba sobre la Patria, su padre, que fue mambí, de nuestros mártires, de la bandera, el himno y de cómo debíamos ser y comportarnos.
Decía que había que amar y cuidar a mamá y ser una persona de bien, honrada, solidaria, honesta, justa y lo demostraba con su conducta.
También que debía estudiar para ser útil a los demás y a mí misma y así hice.
No recuerdo que alguna vez celebráramos su día, aunque cada día le brindamos muestro respeto, admiración y cariño.
Con los años, un día supe que existía un día, el tercer domingo de junio, para homenajear a los padres. Lástima que nunca pude hacerlo porque él ya se había ido, para siempre.
Aún así, ese día, lo recuerdo y le agradezco por todo cuanto me dio para hacerme una persona de bien.
Por ello recuerdo una frase que leí en alguna ocasión y que me permito recordar:
“Gracias por haberme educado así. Estoy orgullosa de ser como soy y eso te lo debo a ti. Te quiero papá”
Cortesía de: Adriana Roman