Por Giusette León García
Por más natural que me resulte, por más que parezca déjà vu o remake del año pasado, ver mi muro de Facebook lleno de pañoletas es algo que no puedo pasar por alto.
Ha pasado una semana del inicio de curso y ya sé que en este espacio generalmente se habla de cosas insólitas, curiosas; de esas con las que las redes sociales te dejan con la boca abierta, pero, por más natural que me resulte, por más que parezca déjà vu o remake del año pasado, ver mi muro de Facebook lleno de pañoletas es algo que no puedo pasar por alto.
Soy de esta isla donde la gente exagera todo. Quizás por eso, cada primer lunes de septiembre el inicio de curso escolar se convierte en un acontecimiento, y las fotos, los videos, los comentarios de mamaítas, papaítos, abuelitos… todos cluecos con sus escolares.
En mi época, la familia se llamaba por teléfono para saber cómo le fue a la niña, pero ahora transmitimos en vivo, subimos las fotos al instante, etiquetamos a los que no se lo pueden perder y, sin querer, quizás, convertimos el primer lunes de septiembre en un fenómeno en las redes a través del cual mirar a Cuba.
Mirar como se viste con los colores de la bandera y con los colores, muchos, diversos, infinitos, de la gente. A la puerta de la escuela estamos todos. En ese matutino que se multiplica van todas las diferencias a los pies de una sola verdad: el derecho de los niños cubanos a la educación.