Por: Joselyn Muñoz
Hubo una vez un hombre,
de pupila enrojecida
Por el andar del continente,
de la América Latina.
Aunque no tuvo batas blancas,
ejerció la medicina,
Llegaba a todas las almas
Por toda la patria andina.
Anduvo llanos y sierras
Curó a niños con calma,
A mujeres recién paridas
Y cuando atacaba el asma
Más fuerte su pecho vibra.
Anduvo con paso valiente,
Buscando ser el primero,
Iba en su columna al frente,
Con botas de guerrillero.
Existe todavía ese hombre
Lo veo en los noticieros,
Siento que late en mi pecho
Porque es un hombre sincero.
No se olvida su discurso
Con soberbio frenesí:
Nosotros en el Imperialismo,
¡No confiar tantito así!
Ese hombre se replica.
Se yergue, se multiplica.
Se hace más fuerte y profundo.
Ahora le pertenece al mundo
Por su empeño y su sacrificio
Por su ejemplo extraordinario,
Es muy cierto lo que digo,
Este inmortal tiene un nombre:
¡Ché, Comandante, Amigo!