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Me llaman maestroNatural de Centro Habana, Roberto Eduardo Chin Rodríguez, actual profesor de 20 años en la escuela primaria Adalberto Gómez Núñez, ubicada en el municipio de Plaza de la Revolución, jamás pensó en ejercer la pedagogía.

Cursó sus estudios de primaria y secundaria básica como cualquier cubano y en la selección de carreras su primera opción era la Electrónica. El promedio no era lo suficiente alto para alcanzar u meta, sin embargo, fue en esa vorágine de sentimientos cuando “me llamó la atención vivir lo que habían experimentado mis maestros. Ellos fueron mis segundos padres y me dieron una atención especial, una ternura indescriptible; compartían mis problemas e intentaban darles solución”, expresa Chin recordando que muchas familias son disfuncionales y les corresponde a los educadores, como miembros del Ministerio de Educación y seres humanos, atender a esos niños y lograr que no tengan inconvenientes en su aprendizaje y futuro.

Una vez en la escuela pedagógica Fulgencio Oroz, de la cual se graduó el pasado año, se abrió ante sus ojos un mundo distinto donde se hablaba con orgullo de la docencia y era cotidiano el trabajo en equipo y la adaptación de cuentos a la modernidad.

Lo que aprendió lo puso en práctica una vez insertado en la vida laboral pero el inicio no fue fácil, “educar no es tarea sencilla”.

La hiperactividad de los infantes y el recelo de los padres fueron las primeras reacciones que encontró. “Me sentí fuera de lugar y llegué a tener pensamientos negativos acerca de dejar la profesión y dedicarme a otra cosa, pero con el paso de los días mis alumnos de 2do grado me cogieron cariño y me llamaban profesor. No puedo describir la sensación cuando me dicen con respeto maestro.

“Al mismo tiempo, a los niños se les va educando los valores y el comportamiento en sociedad, y a la vez uno aprende de ellos porque poco a poco te van dando a conocer más sobre su propio universo”.

Con respecto a los familiares, era la primera vez que tenían en sus vidas a un pedagogo joven y de sexo masculino. “Me dieron  el beneficio de la duda o una oportunidad”, reconoce Roberto Eduardo, quien se caracteriza por unas grandes gafas, al estilo intelectual, y un aire de serenidad.

Los padres de seguro preguntaban a sus hijos sobre la dinámica en el aula y el por amor que profesan los estudiantes hacia su maestro no deja lugar a las dudas.

Por otra parte, los trabajadores de la primaria Adalberto Gómez lo recibieron con los brazos abiertos y le han brindado el apoyo que necesita todo joven ante cualquier inquietud. “Pienso quedarme aquí los tres años de mi servicio social y continuar ejerciendo la profesión; a la par, se ha fortalecido mi afecto por los más pequeños, a los cuales deseo entregarles muchos conocimientos, y mi personalidad”.

El intercambio con varias generaciones de educadores de la primaria y la oportunidad de impartir clases de computación a 5to y 6to grado en vínculo con la Electrónica, su viejo amor, han sido otros de los motores impulsores de su desarrollo profesional.

Yunier Llime Fay, director de la Adalberto Gómez, destaca la retroalimentación entre los nuevos egresados y los pedagogos con numerosos años de experiencia en el sector  ha derivado en una mejor preparación de los jóvenes y óptimos resultados académicos de los alumnos, asistencia y puntualidad.

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