El 4 de agosto a 144 años de la caída en combate de Henry Reeve, el luchador estadounidense que ofrendó su vida en favor de la independencia cubana. Su ejemplo es la principal motivación de los cientos de profesionales de salud de nuestro país, que salvan vidas en todo el mundo.
En la primavera de 1850 nació en Brooklyn, Nueva York, Henry Reeve. Su familia, de clase media y presbiteriana, le dio una esmerada educación al joven que sensible ante los sucesos que ocurrían a su alrededor, manifestaba desde su adolescencia inquietudes sobre justicia social y contra la esclavitud.
El asesinato de Abraham Lincoln marcó la vida del adolescente quien se incorporó a la guerra de secesión entre los estados del norte y sur estadounidenses, luchando en las filas del norte anti-esclavista.
Al finalizar la guerra, mientras trabajaba en un banco, conoce la propaganda revolucionaria que cubanos emigrados difundían en algunas ciudades de Estados Unidos.
Poco a poco se sintió atraído por las ideas que se expresaban en aquellos círculos de inmigrantes pues sintió desde el primer momento que correspondían a sus sentimientos antiesclavistas y de justicia social.
Cuentan que decidido ya huye de su casa y a los 19 años comienza su profunda relación con la independencia de una isla, que apenas conocía, pero que en él despertaba esperanzas y ansias de lucha contra el colonialismo y por la independencia.
Como dato curioso contaron algunos testigos de esa época que aprendió el idioma español auxiliándose de un ejemplar incompleto de «Don Quijote de la Mancha» y que llegó a hablarlo con correcta dicción y con desenvoltura.
El joven Henry Reeve, cariñosamente para los cubanos ¨El inglesito¨, estuvo en cerca de 400 acciones combativas de las cuales en 10, resultó herido. Fue coprotagonista en el Rescate del general de brigada Julio Sanguily, hecho que marcó La Historia de Cuba y la presencia del joven estadounidense en las guerras de independencia de la mayor de las Antillas.