Resulta bochornoso que senadores estadounidenses presenten un proyecto de ley para castigar a los países receptores de ayuda médica cubana, alegando un supuesto enriquecimiento del Gobierno revolucionario.
Ese proyecto de ley lo impulsaron los legisladores Rick Scott, Marco Rubio y Ted Cruz, muy ligados a los aportes financieros de la mafia que se apodera de los tributos de los contribuyentes, principalmente de la Florida para destinarlos a destruir a la Revolución.
Cuba no impone su ayuda, solo responde al pedido de aquellos gobiernos que quieren lo mejor para sus pueblos; esa es la vocación y la razón de ser de la colaboración médica cubana.
El pueblo de Brasil, que hoy vive una aguda crisis sanitaria en medio de la pandemia, pudo pulsar los beneficios de esa colaboración humanista, y hoy añora esos servicios que le fueron negados por la posición servil de su Presidente a los designios de la Casa Blanca.
Según datos ofrecidos por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, desde agosto de 2013 hasta noviembre de 2018, los galenos de la Mayor de las Antillas atendieron a 113 359 000 pacientes, en más de 3 600 municipios, y dieron cobertura permanente a 60 millones de brasileños.
Por ello no sorprende que muchos de ellos manifiesten, en medios públicos y en redes sociales, su deseo del regreso de los profesionales cubanos, mientras al amparo de la hostilidad de Washington, otros se empeñen en calumniar la entrega de nuestro personal de la Salud.