No es agradable dirigirse directamente a una persona, pero la alusión irrespetuosa, y burlona del periodista Fernando Ravsberg a los trabajos que se publican en esta plataforma como al de un club de sus fans, no debe quedar sin respuesta, y otorga el derecho a ella, cuando la tarea útil es el análisis de las ideas, y no de ninguna privada persona. A la profesión de la persona, y a sus responsabilidades me dirijo pues, pidiéndoles disculpas a los eventuales lectores por tener que acudir a un expediente poco amable.
Porque cuando la burla satírica es la última ratio regum – o mejor, la Ultima Ratio Hecate II, que es fusil del francotirador – ya no queda mucho más que decir, aunque todavía quedara mucho por analizar. Quizás se pueda afirmar que es el recurso de la imposibilidad y la impotencia de afrontar la aclaración de las inexactitudes y la última de las omisiones denunciadas en La Pupila insomne, entre otras plataformas, entre otros intelectuales, lo cual sería quizás menos ingenioso, pero más adecuado a la profesión del que debe conservar incólume su prestigio por la veracidad de lo que afirma.
En este caso el periodista Fernando Ravsberg se burla, con dudoso ingenio, pero con evidente evasión. ¿No sería mejor que explicara, o refutara, todas las razones y argumentos que aparecen en los análisis que publica su club de fans? ¿O es que bastan los comentarios que admite en sus Cartas?. El periodista Fernando Ravsberg no debiera despreciar a sus fans, y responder: ¿Recibió o no una protesta de un funcionario del Centro de Prensa Internacional sobre su “inexacta” mención de la presencia un dirigente en un evento en que ese dirigente brilló elocuente, pero de ausencia, y sólo en virtud de su cita, y después negó que recibiera esa comunicación?¿No es mucho más airosa y elegante la admisión de un error que la burla?¿O es que el periodista no es un defensor a ultranza de la objetividad y el rigor que tanto le reprocha a la prensa cubana o a cualquier evento del gobierno?¿No afirmó ud que: “ninguna autoridad cubana ha actuado en mi contra, ni siquiera han protestado”? ¿Citó, entonces, de oídas?¿Lee con rigor las fuentes que cita, y de donde afirma “inexactitudes”, como que el Che escribió en una carta – que para el periodista era un libro – sobre la prensa, cuando lo hacía sobre otro tema?¿O de haber leído con atención, como se espera de un periodista, citó incorrectamente? ¿Por qué no analiza, refuta o aclara, como lo debe hacer un periodista para conservar su credibilidad profesional, los análisis de Arnold August acerca de su labor como profesional de la información?¿Por qué atribuye a otros razones materiales que parecen más retratar sus motivaciones que las de quienes escribimos en La pupila insomne a cambio de nada?
Creo que los que aquí publican análisis de sus trabajos, no son fans, no son meros fanáticos, pero sí quizás amantes de la verdad y del periodismo que se prestigie cuando es esgrimido el látigo de la crítica con donaire, profundidad y compromiso, no sólo a los errores ajenos sino a los eventuales propios. Del compromiso con la verdad del periodista Ravsberg queda todavía, cuanto menos, dudas, y fundadas, no en burlas, sino en argumentos. Tiene el periodista Ravsberg la oportunidad de hacer crecer sus fans, de buena forma, pero en el buen sentido de la palabra bueno, como dijera Machado. En cuanto a fanáticos, y como dijera el Quijote, agravia quien puede, no quien enarbola el agravio como su ultima ratio.