Por Agustín Palermo (*)
En estos días a propósito del avance de la revolución bolivariana encabezada por sus dirigentes y respaldada por el pueblo venezolano -chavistas y no chavistas-, que acudieron a votar el pasado 30 de julio, continúan levantándose voces injerencistas, que de distintas partes del mundo, pero sometidas todas a Washington, buscan deslegitimar el proceso democrático que vive Venezuela.
Es ridículo, patético y vergonzoso escuchar a las mascotas del imperio Pedro Pablo Kuczynski, Juan Manuel Santos, Enrique Peña Nieto, Mauricio Macri y Michel Temer pedir sanciones contra la patria de Simón Bolívar. Se pelean entre ellos por ver quién ladra más fuerte y mueve mejor la colita, para obtener los mayores favores del amo. Se trata de facinerosos repudiados por sus pueblos, involucrados en actos de corrupción, violación de derechos humanos, represiones, persecuciones y desapariciones de personas.
Mientras los terroristas venezolanos incendiaban escuelas y hospitales, atacaban puestos policiales, bloqueaban calles, quemaban personas y lanzaban sus excrementos a sus conciudadanos, los “analistas” de pacotilla -defensores de eso terroristas-, contaban las horas para la caída del gobierno venezolano. Hoy no aceptan que otra vez les tocó perder. Nicolás Maduro al convocar la Constituyente neutralizó los planes golpistas de la derecha y de sus aliados internacionales. A estas alturas Carlos Alberto Montaner y Andrés Oppenheimer pueden dedicarse a escribir relatos de ficción, porque lo que saben de análisis político, es lo que Trump sabe de literatura latinoamericana.
Pero el éxito de la Constituyente ha sido una derrota no sólo para el sector violentista y terroristas de la mal llamada oposición venezolana, sino también para aquellos “demócratas” que desde el extranjero añoraban el retorno de la oligarquía venezolana al poder. La asistencia a las urnas de más de ocho millones de votantes sepultó todas las aspiraciones de los conspiradores. El pueblo venezolano apostó por el camino de la paz, el respeto a los derechos humanos, la defensa de la soberanía y la independencia de la patria.
Se equivocaron los que subestimaron a Nicolás Maduro, éste fue víctima de las peores calumnias, el desprecio y la sorna de los grandes medios de comunicación. Maduro les ganó una de las batallas más difíciles, moviendo sus mejores fichas dentro del marco democrático. Los violentistas, con el fin de agudizar la crisis, se quedaron con las ganas de ver la represión policial, las Fuerzas Armadas en las calles, los torturados, los desaparecidos, los perseguidos, etc. Nada de eso sucedió en Venezuela; eso pueden verlo en México, Colombia, Perú, Argentina o Brasil. Quienes ayer se burlaban de Nicolás Maduro diciendo que ‘conversaba con pajaritos’, hoy tienen el pico cerrado, porque se encontraron con un revolucionario que le demostró al mundo su apuesta por la paz.
Una de las recientes ‘agresiones’ contra Venezuela, ventilada en estos días por los mismos que insisten en que el presidente debe ser destituido, es que, Nicolás Maduro está siendo asesorado por la inteligencia cubana. Lo dicen sin desparpajos: “no tenemos pruebas, pero es evidente que la inteligencia cubana está detrás de Maduro”. Regalemos que así fuera, eso quiere decir: cero represiones, el diálogo como vía para solucionar los conflicto, el cumplimento de la justicia pronta y cumplida, la defensa de la soberanía, la autodeterminación de la patria, la atención a las víctimas, y como si esto fuera poco, habría grandes dosis de dignidad, antiimperialismo e internacionalismo. (Pensando Américas)
(*) Colaborador de Pensando Américas